domingo, 26 de diciembre de 2010

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viernes, 24 de diciembre de 2010

Leyendas ocultas

Cuando estuve en Brown hace algunos años, tuve la oportunidad de estudiar algunos manuscritos, cartas y demás originales de Lovecraft. Entre ellos, había un texto que, por razones que pronto comprenderéis, no ha salido a la luz. Se trata de una carta de Lovecraft escrita a Lord Dunsay en la que hablaba de quién era realmente Abdul Alhazred.

Se ha aceptado comúnmente que el nombre de Abdul Alhazred fue una invención del Lovecraft niño, influenciado por su lectura de Las Mil y Una Noches, pero la versión que el propio HPL relata difiere bastante de la oficial.

Cuenta Lovecraft que descubrió, en 1912, un papiro manuscrito tremendamente antiguo en los depósitos de Brown. Dicho manuscrito narraba, en árabe, la historia acontecida hace unos 2000 años en Oriente Medio. Cuenta la tradición que nació un niño destinado a hacer cosas grandes en su vida, y cuatro ricos científicos de la época quisieron ir a rendir honores al bebé.

El primero de ellos, Melchor, dominaba las artes de los cielos. Sabía guiarse por las estrellas, predecir el tiempo según la posición de los astros, interpretar los signos que nos mandaban las constelaciones.

Gaspar era un galeno conocido en todo Oriente. Sus estudios de anatomía y cirujía se perderían unos siglos después en el incendio que asoló la biblioteca de Alejandría, aunque dicen las malas lenguas que gran parte de las artes que aplicaría Averroes 1000 años después se deben a algunos tomos de Gaspar que se salvaron de la quema.

Balthasar, por su parte, era un enamorado de los animales y las plantas. Se cree que pudo practicar algún tipo de religión animista, y su comunión con la fauna y la flora era tal que le permitía sobrevivir de lo que encontraba en sus numerosas expediciones en solitario a lo largo y ancho del mundo conocido, en las que catalogaba todas las criaturas y plantas que encontraba.

Abdul, el cuarto sabio que partió en la comitiva, era el más tenebroso del grupo. Era un erudito enamorado de la literatura, poeta y compositor de bellas piezas líricas que eran conocidas en los mejores salones de oriente y occidente. Pero Abdul, al parecer, tenía una faceta oculta, pues practicaba artes oscuras, y se creía que poseía el poder de invocar a los gules de Arabia.

Así pues, guiados por las interpretaciones celestiales de Melchor, bajo la protección vital de Gaspar, con un auténtico superviviente como Balthasar y con Abdul como el compañero que aliviaría las largas jornadas de viaje con sus historias, partieron en busca del recién nacido.

Melchor decidió llevar como presente un bonito cofre lleno de monedas de oro, símbolo de las estrellas que nos vigilan día y noche. Gaspar, por su parte, portaba incienso, pues se le atribuían sensacionales virtudes curativas de los males del alma. Balthasar llevaba una bonita bolsa de terciopelo llena de mirra, muy valiosa, que pudo ir recogiendo durante el trayecto. Abdul, por su parte, llevaba un pesado volumen encuadernado en piel, titulado Necronomicon, con el que pretendía permitir al elegido iniciar sus andanzas en las artes mágicas.

Mediado el viaje, algo terrible ocurrió. Al parecer, mientras los cuatro sabios cruzaban el desierto de Arabia, al atardecer, cuando el viaje era más llevadero, Abdul cayó arrancado de su montura. Los otros tres se detuvieron y se bajaron a socorrerlo, pero lo único que pudieron hacer fue contemplar aterrados cómo unas garras invisibles ajaban su piel y su alma. El cuerpo del sabio se elevaba incomprensiblemente en el aire, desgarrándose las telas y la carne, mientras los gritos de Abdul se perdían, junto con su espíritu, en el infinito de arena.

Cuando por fin cayó al suelo, completamente destrozado, poco pudo Gaspar hacer por él, salvo cerrarle los párpados y ocultar la mirada de terror con la que había fallecido. Entre los tres, enterraron a Abdul y todas sus pertenencias, incluido el libro, en el desierto. Terminaron el viaje sin ningún contratiempo más, y decidieron olvidar, por el bien de su propia salud mental, todo lo que habían visto.

Felices fiestas desde los Sueños en la casa de la bruja.

J.