martes, 5 de octubre de 2010

En la Garra de U2

Hace aproximadamente un año me levanté temprano. El despertador me sacó de la cama a eso de las 6. El cielo estaba bastante gris, así que no me quedó otra que maldecir y coger un paraguas por lo que pudiera pasar. Salí de casa, me dirigí a la cola más cercana y me puse a esperar. Después de unas 3 horas y media, conseguí una entrada para ver mi segundo concierto de U2. No llovió.

Hace 5 días me levanté temprano. El despertador me sacó de la cama algo antes de las 7. El cielo estaba despejado, así que me dejé el paraguas atrás -si llega a estar encapotado, hubiese actuado igual-. Un tren me llevó a Sevilla con hermano y cuñada, y cuando quise acordar estaba en una cola, algo antes de las 10 de la mañana, con 900 personas delante.

Todo aquello estaba bastante bien organizado si lo comparamos con el infierno que viví hace cuatro o cinco años en Madrid, en el Calderón. Había muchísima sombra y bastante orden. Se presentaba un día largo y caluroso, que fue relativamente suavizado por unos fantásticos banquillos de 4€, croquetas, tortillas, fresas (sí, fresas), patatas fritas y demás historias.

Algo antes de las 5 de la tarde, como si de la mismísima final del mundial se tratase, accedí al Estadio Olímpico de la Cartuja por un túnel de entrada descomunal. Es la primera vez que me doy tamaña carrera por todo un campo de fútbol desde el concierto del Calderón...

Después de la carrera todo adquirió sentido. Estaba a escasos 5 ó 6 metros del escenario, en la parte del montaje conocida como el anillo. Detrás, a una distancia similar, me rodeaba una pasarela que formaba parte de la Garra. Miré hacia arriba, los 40 metros largos de hierro y altavoces que componían el mastodonte que me acababa de, literalmente, atrapar.

Pasó el tiempo, el sol se marchó (por fin!), escondido tras los muros del estadio. Aparecieron Interpol. Aburridísimos, insulsos y repetitivos. Más cansancio para el cuerpo. Más tiempo esperando. Llegó la noche. Y con ella, U2.

Eran las 21.45 aproximadamente, y durante las siguientes dos horas y cuarto dudé de si me encontraba en Sevilla o en algún vídeo musical marciano. La Garra es lo más brutal que he visto de puesta en escena en mi vida. Supera los montajes anteriores de U2, cualquier montaje que haya visto de los Rollings, de Rammstein... todo. La Garra te absorbe, te agarra, te zarandea. Y U2 la maneja. Cuatro tipos que van para viejos doman a golpe de cuerdas, voz y platos a una estructura descomunal, para evitar que nos aplaste tal demostración de tecnología y espectáculo. Porque, a fin de cuentas, estábamos viendo a U2, no un escenario.

Bono estaba en forma y se metió en el bolsillo a 80.000 personas en un momento. No parecía resentido de la espalda, y su voz se ha recuperado de aquella etapa oscura del PopMart. La selección de temas no fue nada arriesgada, salvo la muy gratísima sorpresa de 'Ultraviolet'. Mucho repertorio clásico y varios temas del último disco, así como alguna canción nueva. La versión de 'I'll Go Crazy if I Don't Go Crazy Tonight' fue demasiado movida para mi gusto. Se la cargaron. Eché muchísimo de menos 'Fez-Being Born', 'White as Snow' y 'No Line On the Horizon'. Tal vez en otra ocasión...

Es imposible describir todo el espectáculo, todo lo que se siente con cada canción de una banda que me ha acompañado durante media vida. La noche fue una fusión perfecta entre espectáculo de techno-circo y musical. El escenario se convierte en una sorpresa continua, con su infinito número de leds, pasarelas, puentes móviles, focos, proyectores de humo... Es tratar de verbalizar el por qué merece la pena acabar con dolores en las pestañas por dos horas de música.

Me estoy haciendo viejo. La siguiente será desde las gradas.

Eso dije también al salir del Calderón...

J.