jueves, 23 de septiembre de 2010

August Derleth asesinó a Lovecraft

Para que el nacimiento de una corriente artística o de pensamiento de cierta importancia histórica tenga lugar, es bastantemente frecuente que se produzca el freudiano fenómeno de matar al padre. Así, por ejemplo, el Romanticismo fundó sus cimientos con la pretensión de acuchillar los principios neoclásicos e ilustrados.

Ocurre que muchos discípulos también matan a su mentor para poder echar a volar. De manera más o menos bienintencionada, August Derleth traicionó y acuchilló por la espalda los principios filosóficos y literarios de Lovecraft.

Pero vayamos poco a poco. Derleth fue uno de los principales discípulos literarios de Lovecraft. Con él mantuvo muchísima correspondencia, y se convirtió finalmente en albacea literario de la obra del de Providence. Fue Derleth quién fundó la editorial Arkham House, y a Derleth le debemos gran parte del enorme trabajo de compilación y perpetuación de la obra de Lovecraft. Creo que es innegable el reconocimiento que se merece por esta labor, de todas todas.

Si todo lo que hizo Derleth por Lovecraft se hubiese quedado en la labor editorial, la academia y muchos de los lectores y seguidores en profundidad del trabajo de HPL le estaríamos eternamente agradecidos. Pero Derleth, además, pensó que tenía capacidad suficiente, junto con otro grupo de escritores -el denominado Círculo de Lovecraft-, de escribir relatos 'a la manera de Lovecraft', ampliando su pseudomitología, alterando significados y, en general, poniendo patas arriba la columna vertebral de gran parte de la obra del tito Howard.

Los Primigenios lovecraftianos (Cthulhu, Nyarlathothep & co.) no eran necesariamente malvados, ni personificaban el infierno, el mal o algo así. De hecho, un dios exterior no deja de ser una entidad que está más allá del entendimiento humano, es algo incognoscible que no entiende de blanco ni negro, de bien ni mal, de miedo o felicidad, y las formas de vida de nuestro planeta podrían tener para ellos el mismo interés y relevancia que para nosotros tienen las hormigas. De esa falla entre el conocimiento humano y la incapacidad de cognoscer el Mito de Lovecraft surge, en parte, el terror atávico y cósmico.

Cuando Derleth escribió, decidió darle un sesgo mucho más religioso y pueril a todo el asunto. los Primigenios, de repente, pasaban a formar parte del mal, y para equilibrarlos, Derleth creó nuevos dioses exteriores, que eran del bando 'de los buenos'. Todos ellos luchaban por salvar-aniquilar la especie humana. Simple, estúpido, manido y, ante todo, diametralmente opuesto a la filosofía de HPL. Por otra parte, en un alarde de cretinismo sin precedentes, Derleth aseguró que Lovecraft pretendía dar un carácter elemental a los Primigenios, siendo Cthulhu, por ejemplo, la representación del agua (obviemos, por tanto, el hecho de que el bueno de Cthulhu tiene alas y se encuentra sumergido bajo agua PRISIONERO en R'lyeh, tal y como agudamente apunta Mosig en Mosig at Last).

A Derleth, además, le debemos el ¿honor? de haber creado el término de 'Mitos de Cthulhu'. Varias voces se han alzado contra esta denominación -Mosig entre ellos-, prefiriendo el uso del término de 'Ciclos de Mitos de Yog-Sothoth'. Personalmente creo que el título adoptado por Derleth fue mucho menos representativo en su momento, ya que, desde luego, Cthulhu no deja de ser un Primigenio menor dentro de la cosmología lovecraftiana, si lo comparamos con Yog-Sothoth, que viene a ser el gran capo de estos bicharracos. Por ese particular, siendo Yog-Sothoth el origen y el final, la denominación yog-sothothiana es más apropiada a nivel formal, pero considero que hoy por hoy la figura de Cthulhu ha traspasado fronteras culturales, y está mucho más asociada a HPL que el bueno de Sothothy.

J.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Lo que hacen los mejores profesores universitarios

Con este título tan autoexplicativo se presenta uno de los libros que más me han hecho pensar en los últimos tiempos.

Ken Bain, autor del ensayo, expone en las páginas de Lo que hacen los mejores profesores universitarios los resultados de un trabajo de investigación de campo realizado en diversas universidades de toda índole (privadas, públicas, con mejores y peores rankings, en grandes metrópolis y pequeñas ciudades...). En dicho trabajo se ha analizado la forma de trabajar de más de medio centenar de profesores que, siguiendo diferentes criterios (entrevistas con ellos, evaluación y entrevistas con alumnos, resultados de los cursos que imparten, opinión de compañeros...), se han considerado como excelentes docentes.

El recorrido, ameno y didáctico -no podía ser de otra forma-, por la formas de ver la enseñanza de estos verdaderos maestros es un documento que clama por un cambio en la visión de la educación universitaria, un canto al intercambio de conocimientos y a la valoración del aprendizaje y de cada alumno como ente individual y único. El libro analiza el proceso de enseñanza-aprendizaje desde diversos ángulos, de la preparación de las clases a la evaluación, del trato al estudiante al cómo impartir la docencia. Pero que nadie se engañe, en los primeros compases ya se deja bien claro que el libro no pauta las fórmulas magistrales para convertirse de la noche a la mañana en un gran profesor universitario. Muy al contrario, en vez de dar recetas milagrosas, se reflexiona sobre el aprendizaje en sí mismo, y queda claro que para poder alcanzar unos niveles docentes magistrales se hace muy necesario un cambio de mentalidad del profesor medio en muchos, muchos aspectos.

Para mí, que me encuentro en los primeros compases de la enseñanza universitaria, el texto ha resultado ser un cúmulo de situaciones sobre las que pensar, un aporte infinito de ideas que no dejaban de corretear por mi cabeza conforme iba avanzando en las páginas (tal ha sido el estímulo que en ocasiones me dificultaba la lectura, pues me ponía hipotéticos casos prácticos mentales y empezaba a divagar bastante).

El libro es una obra de gran valor tanto para profesores como para estudiantes, un auténtico pozo de 'food for thought' para todos los que se mueven en el ambiente de la enseñanza universitaria y que sienten que algo chirría en las aulas en algunas ocasiones. Los planteamientos didácticos del selecto grupo de docentes son a veces sorprendentes, otras tremendamente obvios pero no tan fáciles de llevar a la práctica, pero siempre, siempre, teniendo presente que el proceso de enseñanza-aprendizaje es algo bidireccional, nunca unidireccional.

La reflexión última que, de manera bastante triste, se puede extraer del libro, es que, como ya he apuntado, los planteamientos que estas decenas de profesores poseen distan mucho de la media que se puede encontrar a nuestro alrededor. Un cambio en la concepción básica de la educación sería necesario para que más profesores así proliferasen en las aulas. Agarrarse al modelo tradicional es cómodo, tremendamente cómodo, pero paraos a pensar un momento en los profesores que realmente recordais: ¿qué era lo que los hacía engancharos? ¿qué sacó de vosotros? Yo lo tengo claro, y este libro ha confirmado mis sospechas.

J.