viernes, 28 de agosto de 2009

Anticristo

Lars Von Trier es de esos directores que, aunque suene a tópico, amas u odias. A mí me ha encantado todo lo que he visto suyo, hasta que he llegado a Anticristo, que ¿disfruté? hace casi una semana y todavía no sé si me gusta o no. Desde entonces no he dejado de darle vueltas a la película, lo cual ya es un mérito que muy pocas cintas consiguen hoy en día, todo sea dicho.

Anticristo
viene precedida por la polémica que ha generado en los festivales por los que ha pasado: Se la ha tachado de gratuitamente violenta, de bodrio camuflado con ínfulas filosóficas y psicológicas, de ser una mamarrachada más de la factoría Dogma... esto es, de la mayoría de las cosas que se suelen tachar.

¿De qué trata Anticristo? La premisa es relativamente simple: una pareja pierde a su hijo pequeño y ambos se marchan a una pequeña cabaña en el bosque, a intentar que ella supere la profunda depresión en la que ha entrado. Pero si todo fuese tan simple, no sería Von Trier, claro.

La película está dividida en dos partes, casi separadas por un abismo. La primera tiene un desarrollo psicológico denso, y un inmenso Willem Dafoe ejerce como terapeuta para su esposa, una enigmática Charlotte Gainsbourg. Hacia mitad de la película, aquello deja de ser terror psicológico y se convierte en un festival de violencia cruda, dogmática y directa, de la que hace que te cruces de piernas en el asiento varias veces (si tienes la suerte de verla en una sala en condiciones que te permita cruzar las piernas, no en la sala-autobús donde se proyecta en Córdoba).

Se podría decir que Anticristo es una película de terror psicológico, o un thriller, o un drama, o vaya usted a saber qué. En todas las categorías encaja y de todas se escurre. Lo que me viene dando igual, por otra parte. Lo apabullante de la película del director danés es el registro de niveles de significado que tiene, las metáforas y los campos que aborda, desde la naturaleza a las relaciones entre géneros, pasando por toda una gama de sentimientos -ninguno de ellos positivo- del alma humana, de ideas casi chamánicas, de ambigüedades semánticas y de juegos cromáticos (la fotografía de la película es sensacional).... Es tanto lo que se puede hablar de la película que todavía no tengo muy claro cómo interpretarla. O lo mismo voy para viejo y se me están anquilosando las neuronas.

La crítica de que Anticristo está plagada de violencia desaforada e innecesaria es, hasta cierto punto, acertada. Es cierto que hay mucha violencia, muy explícita, pero todo el halo de irrealidad que impregna los fotogramas hace que el distanciamiento sea mucho mayor con esa violencia que el que sufre el espectador en películas como la nunca-demasiado-defendida-por-mí Irreversible, que te golpea duramente en todos los planos debido a la credibilidad del mensaje.

Y es que Anticristo, y creo que aquí está el quid de la cuestión, tal vez no sea una película tan sumamente realista y 'humana' como se nos quiere hacer ver. Tal vez Von Trier ha querido hacer su particular película de terror, y así le ha salido. Y no con esto banalizo o trivializo todos los contenidos de la cinta, que son muchísimos. Simplemente creo que no hay unanimidad sobre el medio en el que se han plasmado. Porque, que yo sepa... nadie pone el grito en el cielo cuando estrenan películas de terror, splatter, gore y casquería en general ¿verdad? Será porque no se estrenan en festivales.

Ojo, para estómagos fuertes.

J.

jueves, 20 de agosto de 2009

Seguro

Hace no mucho escuché una noticia que decía que hay un porcentaje muy elevado (aunque no recuerdo exactamente la cifra) de vehículos circulando sin seguro por las carreteras. Y creo que sé el motivo: La publicidad repele a los clientes. ¿Qué coño pasa con los anuncios de seguros? ¿Qué extraña ola de creativos ha asaltado las oficinas de las aseguradoras? ¿Qué he hecho yo para que me torturen todos los almuerzos con la mierda de anuncios televisivos que han montado los de ING ('Ya lo sabíiiiaaa...'), Línea Directa (Idiotas variados en escenarios rojos variados comentando idioteces variadas), Direct Seguros (familias gilipollas versionando el 'vamos de paseo' en el coche) y Mutua Madrileña (familias gilipollas y embrutecidas en el coche, gritándole 'Soy' a un obstáculo)? ¿Por qué TODOS son tan odiosos y despiertan mi odio y animadversión más profundos?

Y sí, los de ING no son de seguros, pero me da igual. Son tanto o más repelentes.

No voy a poner links. Me niego, los odio demasiado.

Y sí, esto ha sido una pataleta llena de ira. Fuego purificador para todos ellos. Amén.

J.

sábado, 15 de agosto de 2009

Confrontando traumas cinematográficos infantiles

Es probable que todos recordeis alguna película que, en vuestra infancia, os marcase especialmente. Yo he tenido varias, y normalmente las que más me marcaban eran aquellas en las que las pasaba canutas por ser películas de terror.

El otro día me marqué una sesión doble de traumas infantiles, ya que he podido recuperar en DVD un par de películas de las que me dejaron tocado cuando pequeño (así he acabado). Primero, House, una casa alucinante. Es importante considerar que la película se estrenó en 1987 en España, y yo la vi en el cine. Esto es, tenía 7 años y, pese a estar curtido cinematográficamente todo lo curtido que un niño de esa edad puede estarlo, House fue demasiado. Había brujas (no de vlei), soldados zombis, fantasmas, calaveras, niño desaparecido, monstruos en el armario, manos de bruja amputadas colgando de la ropa y todos los clásicos de una casa encantada, mezclados con dosis de humor negro que mi infantil mente no podía digerir. Cuando la volví a ver el otro día me quedé estupefacto de lo entrañable y terriblemente gomosa que es, y también me surgió la pregunta de qué adultos me andaban rodeando para llevarme al cine a ver eso con mi edad... Lo dicho, así estoy.

El caso es que la revisión, además de servirme para purgar uno de mis traumas infantiles (no había vuelto a verla), fue productiva, ya que, pese a que es una serie B con mayúsculas, la película tiene un trasfondo interesante y no deja de ser una parábola de los horrores de Vietnam que, aunque es un tema bastante manido, tiene aquí una aproximación más original, sin helicópteros, Cabalgata de las Valkirias ni Rambos.

Y de los horrores de Vietnam pasé a los horrores de la guerra nuclear, y me zambullí en When the Wind Blows, película británica de animación, cosecha del '87, y que tuve oportunidad de ver no mucho después en televisión, en TVE2 (todavía no era La2), en un ciclo de cine de animación que pusieron durante varias semanas, en el que también pasaron Vampiros en la Habana. Calculo, nuevamente, que servidor no tendría más de 10 primaveras, y con esa edad todavía era incapaz de comprender que podía existir cine de animación para adultos. Dibujitos eran dibujitos, esto es, para niños, aunque fuesen a las 10 de la noche. Menos mal que poco después descubrí Urotsukidoji y quedé curado en espanto.

When the Wind Blows, que pedí a Inglaterra pero que se ha editada hace poco en nuestro país, narra la historia de una pareja de ancianos que viven en una pequeña casa de campo inglesa, y cómo afrontan la amenaza (y posterior consecución) nuclear a la que se ve sometido el pais. De cuando la vi por primera vez, hace casi 20 años, recordaba escenas, imágenes, fragmentos, pero sobre todo la sensación de extrema tristeza que me dejó en el cuerpo durante muchos días la película. Pude volver a verla hace unos años, en muy mala calidad, con una descarga 'poco lícita' de internet, pero tenía ganas de volver a verla con tranquilidad.

La entrañable pareja protagonista está tocada con la vara de lo naïf, y mientras el marido se dedica a estudiarse los folletos gubernamentales de cómo construir un refugio nuclear casero y llevar a cabo la tarea, su mujer no para de preocuparse de los daños que una bomba pudiera causar en su cristalería o en la pintura de las paredes. Todo parece, en un principio, una especie de comedia senil, hasta que el espectador descubre que la cosa va en serio, y se produce el holocausto nuclear. Los abuelos sobreviven gracias al refugio, y descubren lo que queda de su casa y jardín, su pequeño microcosmos, tras la catástrofe... e intentan sobrevivir.

Lo realmente duro de la película es precisamente ese toque infantil, casi senil, que tienen los protagonistas, que contrasta con la dureza de la realidad que se trata, y les otorga una cierta credibilidad, pues tienen comentarios, conversaciones y actitudes que todos hemos podido apreciar en nuestros propios abuelos.

Bueno, pues este segundo trauma no ha sido superado, ya que la película sigue produciéndome las mismas sensaciones de desasosiego que antaño, y me volvió a dejar con un mal rollo en el cuerpo importante. Ideal para luego irse a un funeral.

No obstante, When the Wind Blows es una película excelente, con una animación innovadora y muy particular. No es recomendable para vuestros hijos, que luego acabarán como yo, pero sí para vosotros.

Siguiente objetivo: Piraña. Sí, ¿qué pasa? ¡Seguro que a vosotros os traumatizaron cosas peores! Aunque creo que la conexión Lovecraft-Piraña cobra cierto sentido... Alejaos de las profundidades.

J.

domingo, 9 de agosto de 2009

Planes

Comienzo a aterrizar en la realidad tras la concesión de la FPDI, y el horizonte está empezando a plagarse de planes y, sobre todo, muchísimos libros. Junto con uno de mis directores de tesis, hemos planificado un posible esquema para el futuro, incluyendo las futuribles estancias. Todavía es bastante pronto para asegurar nada, pero parece que estamos más o menos de acuerdo en que dos destinos inamovibles serán, por este orden, Nottingham, donde hay una muy buena escuela de teoría literaria, y Estados Unidos (¿Providence?), pais al que le debo, entre otras cosas, mi entrada en la blogosfera hace 3 años. Nos queda, mínimo, un tercer destino, que tal vez podría apuntar a Toronto, donde hay una biblioteca que quita el hipo. Pero ya digo que todo esto es adelantar demasiado los acontecimientos.

Mientras, y para ir abriendo boca con lo que se me viene encima, comienzan a aparecer muchísimos títulos de teoría crítica literaria en la estantería, muy serios todos, ordenados y silenciosos, esperando turno para ser subrayados, anotados, releidos y puteados en general por un servidor. Ahora sí que sí, creo que el leer por placer se va a reducir a escasos momentos de paz durante los siguientes 4 años ya que ahora la prioridad es empaparme de crítica marxista, postestructuralista, deconstrucción y un sinfín de cosas más con nombres raros y contenidos más raros aun. Y yo encantado.

El caso es que he vuelto a revisitar a un teórico del que hablé hace un tiempo por aquí. Se trata de Vladimir Propp, que me va a servir para hacer algo interesante con la literatura gótica si todo va bien. Ahora que vuelvo a la Morfología del cuento (parece que hay alguna alineación planetaria que hace de la Morfología una ciencia recurrente en mi vida), me doy cuenta de lo tremendísimamente metódico que era este tipo, de cómo sale estructuralismo por todas las partes de su ensayo, pero sin embargo luego tiene algunos puntos de lo más dejados, que simplemente elige porque a él le parece bien, y no ofrece ningún tipo de explicación convincente (tal como el corpus al que reduce su estudio).

No obstante, si obviamos esos ataques de aleatoriedad que acusa el ruso, cuando me enfrento a textos estructuralistas como el suyo es cuando más me ayuda el perfil de ciencias que tengo, ése que cada vez está más escondido y ya no me deja ni contar con pericia :P. Me resulta tremendamente cómodo e interesante el análisis tan bien estructurado, tan matemático, que Propp realiza del cuento maravilloso. Es un 2+2=4, y se me antoja fascinante que alguien se atreviese, en los años 30 del siglo pasado, a casi mezclar estadística con literatura y folklore. Lo suyo no deja de ser un estudio de campo en toda regla, y si en vez de cuentos y funciones narratológicas hablase de niños y rasgos físicos, bien podría pasar por un estudio de ciencias puras...

...si obviamos, una vez más, que los cuentos no babean, no chillan, no se pegan cabezazos con las paredes, no moquean, no cuestan tanto dinero, no te muerden en la pierna y no lloran. Me quedo con los libros.

J.

martes, 4 de agosto de 2009

Arrástrame al infierno

Cuando yo había dado ya por perdido al bueno de Sam Raimi entre tanta secuela arácnida, el director se ha desmarcado con Arrástrame al infierno que, en cierta medida, es una vuelta a los orígenes, al cutrerror de la nunca suficientemente alabada trilogía de Evil Dead.

Arrástrame al infierno es la típica película de la que se escucharán muchísimos comentarios del tipo 'vaya coñazo', 'menuda mierda' y similares, procedentes de hordas adolescentes que no sabían dónde se habían metido o de amantes de los splatters de diseño, que tampoco tenían ni idea de qué iba el rollo. Pero para todos aquellos que recordamos con un cariño especial a Ash, de la cadena de supermercados S-mart, la película es una especie de déjà-vu encantador, que por momentos nos vuelve a llevar a aquella trilogía gloriosa aunque, todo sea dicho, sin llegar a alcanzar las cimas del absurdo y lo cómico que tuvieron las predecesoras.

No hay mucho que contar sobre la historia. La protagonista (Alison Lohman), empleada de banca, niega el aplazamiento de los pagos hipotecarios a una repugnante vieja (Lorna Raver, con un inquietante parecido a la bruja zombi del sótano de Evil Dead), la cual decide maldecirla y mandar al lamia (aunque en realidad de lamia tiene poco, más bien un espíritu demoníaco y punto) a por ella, para, literalmente, arrastrarla al infierno. El resto tiene poco que contar. Situaciones predecibles, escatología, actuaciones elementales, falsa tensión, final que se ve venir desde la mitad de la película...

¿Qué es, por tanto, lo que hace que Arrástrame al infierno merezca la pena? Pues precisamente que es un producto clásico Raimi, de terror ochentero. Se echa en falta algo más de sangre, ciertamente, pero abundan las situaciones escatológicas que incluyen profanaciones, fluidos corporales de colores repungnantes, cadáveres, gusanos, líquidos de embalsamar, viejas sin dentadura, machos cabríos malhablados y similares. Es decir, lo que todo seguidor del Raimi clásico desea ver.

Es cierto, como ya he dicho, que la película no llega a la altura de la trilogía protagonizada por Bruce Campbell, pero tiene algunos momentos en los que la carcajada está asegurada, debido a lo exagerado de la situación, a lo absurdo o simplemente a lo repugnante. No hay que pararse a buscarle las vueltas a la película, porque hay fallos de racord e inconsistencias del guión por doquier, pero... ¿quién se fija en esas cosas cuando tenemos a una gitana tuerta, embalsamada, con un ojo grapado y la dentadura postiza envuelta en un pañuelo dentro del bolsillo?

El resultado, para aquellos que sigan sin saber de qué estoy hablando, viene a ser la suma de La Máscara con Brain Dead. Sólo espero que Raimi vuelva con más, y se deje de tantos trepamuros.

J.