domingo, 31 de agosto de 2008

Cumpleaños feeeeeliiiiz

Te deseamos bloooog, cumpleaños feeeeliz :D:D:D

Sí, llega con 38 minutos de retraso, pero más vale tarde que nunca. Sueños en la casa de la bruja cumple su primer añito de vida, con un balance de unas 10.000 visitas y algo menos de 150 entradas. Espero que os haya servido de algo: para aprender, reir, leer, llorar, cantar, enfadarse... no sé, al menos como mal ejemplo.

El que aquí escribe lo ha disfrutado muchísimo, y espera seguir dando guerra muchos años más :) Felicidades a tod@s, pues a fin de cuentas, esto es tan vuestro como mío.

J.

jueves, 28 de agosto de 2008

Esto es un circo

Madre mía del amor hermoso... En qué momento tuve la feliz idea de proponer ir a ver el Nuevo Circo Acrobático Nacional de Shangai.

El citado Circo, del que había leído unas críticas fabulosas, según las cuales había sido un éxito rotundo durante el tiempo que estuvo exhibiéndose en Broadway, resultó en un grupo de becarios aficionados dando trompicones durante dos horas.

Ya de entrada, sin empezar siquiera el espectáculo, aquello nos resultó un poco raro. En medio del escenario lo único que había era una especie de alfombra de color supuestamente verde, pero con más mierda que la barriga de una burra, muy cutre salchichera allí puesta. 'Bueno, yo sólo quiero ver acrobacias y gente saltando por los aires, y para eso no necesitan nada más'.

Y comenzó el espectáculo. La presentación vino a ser un baile de dos dragones chinos. Pero a ver, hay dragones y dragones. Aquellos parecían, nunca mejor dicho, comprados en unos chinos. Pero bueno, no le di demasiada importancia a ese detalle, que no era sino velado anuncio de lo que estaba por venir: equilibrios del todo a 0'60€.

Si habéis visto algún circo acrobático alguna vez (yo, entre los que he visto por televisión y alguno que otro en vivo, ya llevo unos cuantos), sabréis que la mecánica es de lo más sencilla. Números de acrobacias, uno detrás de otro, en los que se mezclan coreografías, puesta en escena, saltos, uso de instrumentos para los ejercicios, música y ya. No hace falta nada más para obtener un resultado espectacular.

Digamos que durante las dos histéricas horas que vivimos, pasaron por delante de nuestros ojos unos 14 ó 15 números. Sólo recuerdo UNO en el que no hubiese, como poco, un error garrafal. ¿Qué entendemos por error garrafal? Pues cualquiera de las siguientes cosas:

1.- Que un tipo se monte a hacer equilibrios sobre una cuerda ¡a escasos dos palmos del suelo!, parezca que está borracho y es incapaz de mantenerse en pie, luego le den un monociclo y no sea ni siquiera capaz de montarlo.

2.- Que cuando una ristra de gimnastas se pongan en fila para saltar a través de un estrecho aro metálico, el segundo de la fila le pegue tamaña patada al artilugio, el que venga detrás arrugue la alfombra verdosa al frenar y el que le sigue esté a punto de matarse con dicha arruga.

3.- Que una vez montado, renqueando, un castillo humano, el chiquitín del grupo, a una altura de unos 5 metros, encaramado en lo más alto, pegue tamaña torta hacia atrás.

4.- Que un número en el que se emplean telas colgantes del techo atadas a los malabaristas sea suspendido antes de empezar, porque una de las malabaristas no esté bien sujeta a dichas telas, todos los chinos se agobien de repente y desmonten el tinglado así sin más.

5.- Que cada vez que uno de los artistas jugaba a voltear a otro compañero con sus pies, a la hora de aterrizar el infeliz que servía de balón acabase con una pierna del primero colocada sobre ese lugar que cuelga bajo la cintura.

6.- Que en el número en el que seis o siete acróbatas trabajaban con unas cuerdas que sujetaban una especie de cuenco en cada lado, dichos artefactos saliesen despedidos por los aires para, en el 90% de los casos, no acabar siendo recogidos por la persona que debiera, o ser recogidos in extremis, al borde del auto-extrangulamiento.

7.- Que el clásico número de equilibristas tumbadas sobre sillas, volteando con los pies diversos objetos como sombrillas, jarrones y mesas (no quiero ni imaginar cómo hacen las mudanzas estos chinos), estuviese salpicado cada dos por tres por caídas del mobiliario.

Y así, hasta el infinito. Eso sí, yo me reí un montón. Sobre todo la segunda parte del espectáculo, ya después del descanso, porque aquello iba de mal en peor, y rozaba el surrealismo más absoluto.

A ver, no soy muy tiquismiquis. Valoro que este tipo de cosas son difíciles, que yo sería incapaz de hacer un 1% de lo que hace esa gente, pero señores, que no estamos hablando de un grupo de aprendices (o eso es lo que vendían), y con los 18 euros que pagué para verlos me hubiese ido a la Corredera, hubiese cenado, hubiese visto a los saltimbanquis callejeros que la pueblan, les hubiese dado propina, me hubiese tomado un helado -si no siguiese a dieta- y me hubiese sobrado el dinero. Pero bueno, me reí. Por lo menos me reí.

J.

viernes, 22 de agosto de 2008

El 'mursiégalo' ataca de nuevo

Durante 150 minutos, nada menos. El caballero oscuro no es, en mi opinión, la mejor película de superhéroes que se ha hecho nunca. Creo que Batman Begins sigue quitándole el puesto.

Tenía muchísima expectación con la nueva entrega de Batman, con todo lo que había creado alrededor, y la verdad es que la película está muuuuy bien. Pero cuidado, no es lo que nos han vendido. Christopher Nolan lo hizo mejor en la anterior entrega.

Es cierto que Heath Ledger borda con mayúsculas al Joker, es cierto que la película da todo lo que se esperaba... y más. Y ahí radica el problema. Se estira demasiado y el resultado final en el espectador es una mezcla de hastío e insatisfacción. Hastío porque, pese al ritmo trepidante, a la película le sobra media horita por lo menos. Insatisfacción, porque ese tiempo que le sobra es el que le han dedicado a Harvey Dos Caras Dent, que deja el sabor de boca de que el villano se merecía película propia.

Es oscura, el Joker está como una regadera, hay clarísimas referencias a volúmenes clásicos como La broma asesina, tiene un repartazo, te deja pegado al asiento, pero acabas con el culo redondo.

Si, por otra parte, obviamos el hecho de que estamos hablando de un tipo que va vestido de murciélago, hay momentos en los que hay salidas de tono, tales como ciertas piruetas con la moto, la fantasmada tipo Matrix de la visión nocturna con el sónar ese raro y alguna que otra cosa que podrían haber obviado y no hubiese pasado nada. Esas pequeñas licencias que, en vez de conseguir meterte más en la película, te alejan de ella como una bofetada de 'irrealidad dentro de lo irreal'. Lo de siempre, la verosimilitud. Los burros no vuelan, pero si vuelan, las orejas tienen que ir hacia atrás.

De todas formas, El caballero oscuro es una gran película, eso innegable. Para mí Bale es el mejor Batman de los 4 hollywoodienses que ha habido (Clooney, Keaton, Kilmer y el propio Bale, si obviamos a Adam West), y Ledger tenía la responsabilidad de enfrentarse a la comparación con aquel legendario Jack Nicholson. Pero donde Nicholson era histriónico y simplemente chiflado, Ledger es histriónico y psicópata o demente. Normal que después de hacer de vaquero mariquita y de Joker acabase el hombre como acabó.

J.

sábado, 16 de agosto de 2008

La saga de George R.R. Martin: Juego de Tronos

Algunos recordareis que, no hace mucho, tuve el privilegio de compartir mesa con ciertas personalidades del mundo editorial y literario fantástico nacional y mundial. Si no, mirad aquí.

El otro día terminé el primer ladrillo de la saga épica Canción de Hielo y Fuego del señor Martin. Unas 800 páginas que se leen con mucho entretenimiento, sin descanso y, más importante aun, sin cansar.

Juego de Tronos abre la serie de unos pocos libros (6 ó 7, me parece) de fantasía medieval con toques de culebrón sudamericano.

Martin es, desde luego, un buen escritor. Trabajó para televisión como guionista de una de esas geniales series que me retrotraen a la infancia, La Bella y la Bestia (en la que además actuaba Ron -Hellboy- Perlman, y yo sin saber ni eso ni que Martin la escribía), y las influencias cinematográficas trasladadas al papel son más que evidentes, y se agradecen.

Ya sabéis que no soy de contar argumentos, porque para eso os leeis el libro o veis la película de turno, así que basta con que sepáis que la saga está basada libremente en sucesos históricos (la Guerra de las Rosas) y se desarrolla en un mundo épico medieval BASTANTE bestia, donde las doncellas dejan de serlo a los 12 ó 13 años, donde la vida no vale mucho más que un puñado de monedas, donde la corte apesta y las conspiraciones florecen en cada esquina, y con un componente de magia y fantasía latente pero, todavía (en el primer volumen) muy controlado. Aunque el final del primer libro deja claro que se desatará en el segundo.

Digamos que si tomamos El Señor de los Anillos -salvando las diferencias-, le añadimos un Aquí hay tomate, algunos momentos políticamente incorrectos, temas tabú y un argumento trepidante, obtenemos Juego de Tronos. El resultado es bastante lustroso, la verdad.

Puntos que realmente son destacables positivamente hay varios, pero resalto los siguientes:

- Las estrategias narratológicas son excelentes. Cada capítulo está presentado por un narrador "no-exactamente-omnisciente", desde la perspectiva de uno de los mil millones de cuatrillones de personajes que pueblan la novela (menos mal que van muriendo poco a poco, porque llega a agobiar tanto nombre), que tiene una visión particular de los hechos, fragmentada y parcial, de manera que el lector, en ocasiones, conoce más datos que el personaje, sabe lo que está ocurriendo al otro lado del reino, intuye lo que puede ocurrir, o se siente tan ignorante o sorprendido como la marioneta de turno. Además, el ritmo es cardíaco.

- Martin es implacable. Comparte esta (des)agradabilísima virtud con mi querido Stephen King, y no pasan más de 150 páginas cuando descubres que no te debes encariñar con ningún personaje, porque la vida es sumamente frágil y la muerte extremadamente cruel. Algunos de los pobladores de las páginas tienen entidad, se ve a la legua que son de los que van a dar guerra a lo largo de los 7 volúmenes... y una mierda.

- No hay buenos ni malos. No, mejor dicho... los buenos escasean. Algunos malos parecen bastante evidentes, son gente con la que no empatizas desde primera hora y a la que quieres ahorcar, pero los buenos son tan humanos, tan dudosamente legales, tan shakesperieanos... Y la gran mayoría no son ni lo uno ni lo otro. Simplemente son, y se guían por su propio código ético y moral. Tyrion Lannister, apodado El Gnomo debido a su deformidad, es para mí, con diferencia, el más completo y esquinado de todos los tipos y tipas que hay en Juego de Tronos. Me parece un personaje simplemente sublime, ambiguo, cínico, humano. Tiene una solidez tremenda, funciona muy muy bien, mucho mejor que personajes que parecen destinados a tener más peso en los libros que están por leer (aunque tal vez me equivoque, claro, y Tyrion sea una pieza clave en todo el meollo).

- El mundo mágico está muy comedido. Aunque ya he dicho que sospecho que es algo que se desatará en posteriores tomos, al menos este primer volumen no abusa de magos, monstruos y criaturas variadas. De hecho, todo se limita a la existencia de lobos huargo (reverencia de Martin al señor Tolkien), algunas leyendas sobre los entes más allá del Muro, y un final un poco más salido de rosca. Eso es todo. La tierra que nos describe Martin perdió la grandiosidad de los dragones y la magia hace mucho tiempo, y solo quedan algunos huevos fosilizados y algunos cráneos para dejar constancia de aquellas criaturas. No esperéis orcos, elfos, bolas de fuego ni cosas similares en cada página. La verdad, se agradece, que el género estaba un poco saturado ya.

En la parte más sombría... pues la verdad es que tampoco hay mucho de lo que hablar:

- Conjetura: o el doble de Papá Noel que es el escritor tiene una mente increíble, o esto se le va a escapar de las manos. Demasiadas casas reales, subtramas, nombres y conspiraciones. Si te pierdes con El Señor de los Anillos, este libro es una pesadilla para tí. De todas formas... lo mismo lo resuelve todo estupendamente. Veremos qué pasa de aquí a unos años, cuando la saga termine de escribirse. Esperemos que no recurra a un deus ex machina miserable, que es un recurso que me saca de quicio.

- A veces busca una especie de provocación fácil, de manera más que evidente. Temas como el incesto, el sexo con menores, la violencia salvaje, violaciones, etc., pueblan cada página. Estamos de acuerdo en que la época medieval vivió todo eso, por supuestísimo. Pero en ocasiones da la impresión de que Martin busca provocar al lector, darle carnaza, haciendo uso de la lectura anacrónica de la obra que cualquier persona no conocedora de las costumbres medievales (que son muchas) pueda hacer.

- Hay mucha gente que ha querido colocarlo a la altura de Tolkien. Cuidado, no nos equivoquemos. Martin es un grandísimo escritor, probablemente el mejor de fantasía fantástica que escribe hoy en día. Pero el poder visual, el calado épico, heróico y emocional que consigue el de Oxford, no lo alcanza Martin, porque sus recursos, pese a ser buenos, son demasiado audiovisuales, y se le acaba cogiendo el truco.

Con la perspectiva que nos da el tiempo, se verá qué pasa con Canción de Hielo y Fuego dentro de 50 años, pero creo que es un producto de su época, muy bueno para la media que se suele escribir, pero no es comparable a El Señor de los Anillos o, si me apuras, a las Crónicas de la Dragonlance (¿soy el único que se ha acordado de Goldwyn en numerosos capítulos dedicados a Daenerys?). A Martin ya le habían batido los huevos cuando se puso a hacer su tortilla.

Muy recomendable.

J.

domingo, 10 de agosto de 2008

El ciprés se ha partido

Mahmud Darwix, poeta palestino, falleció ayer, sábado, en Texas. Tenía 67 años, y su cuerpo no soportó la operación a corazón abierto a la que fue sometido.

Tuve la oportunidad de escucharlo hace un par de años en la Cosmopoética. Creo que ha sido uno de los recitales más alucinantes a los que he asistido. Darwiz tenía pinta de ser un tipo con malas pulgas, con cara de pocos amigos, pero cuando abría la boca y se ponía a recitar, en árabe, todo cambiaba. No, no entiendo árabe, pero la musicalidad que tiene un poema en esa lengua es increíble. Me ha pasado con todos los poetas árabes a los que he escuchado.

Los poemas de Mahmud Darwix hablan de paz. Es lo que tiene nacer en Palestina. Todos sus versos son cantos a la libertad, al género humano, a la paz entre culturas. Durante la lectura, cuando el traductor recitaba los poemas en castellano, la música árabe que se acababa de escuchar cobraba sentido, y la sala se llenaba de mensajes de esperanza.

Pero, como reza uno de sus poemas, su árbol no ha podido más. El ciprés se ha partido.

J.

"EL VIAJERO LE DIJO AL VIAJERO: NO VOLVEREMOS COMO..."
(1995)

No conozco el desierto,
pero en sus márgenes broté como palabra...
La palabra fue, y en mí se cumplió,
como en una mujer repudiada o en su roto marido,
y no aprendí sino el ritmo:
lo escucho,
lo sigo,
lo levanto triunfante
de camino hacia el cielo,
el cielo de mi canción:
soy hijo de la llanura siria,
en ella vivo aunque viaje o me acomode
entre gente de mar;
por Oriente el espejismo me ata
a los antiguos beduinos,
por mí abrevan los más bellos corceles,
le tomo el pulso al alfabeto en el eco,
y como una ventana, miro a dos latitudes...
olvido quién soy para ser
todos en uno, coetáneo
de los cantos de los marineros extranjeros bajo mi ventana
y de la carta de los combatientes a los suyos:
no volveremos como nos fuimos,
no... por nada en el mundo.
No conozco el desierto,
aunque he frecuentado su mundo,
y fue en el desierto donde me dijo el arcano:
¡Escribe!
Y yo le dije: en el espejismo hay otro texto.
-Escribe para que verdee el espejismo.
-Sí, pero me falta lo invisible,
no he podido reducirlo a palabras.
Me dijo: escribe para llegar a decirlas
y saber dónde has estado, dónde estás,
cómo has llegado y quién serás mañana;
pon tu nombre en mi mano y escribe
para que sepas quién soy, y luego parte como una nube
por el horizonte...
Y escribí: quien escriba su historia heredará
la tierra del verbo, suyo será el significado total.
No conozco el desierto,
pero me despedí de él: adiós
cabila del Oriente de mi canción; adiós
plural estirpe de la espada; adiós
mu`allaqa que albergó nuestros planetas; adiós
hijo de mi madre a la sombra de la palmera; adiós
pueblos que dan memoria a mi memoria; adiós
a mis adioses entre dos poemas:
el poema escrito
y aquel en que de amor muere su poeta.
¿Soy el que soy?
¿Estoy allí... o estoy aquí?
En cada "tú" hay un yo,
yo soy el tú interpelado, no cabe exilio
si yo te soy. No cabe el exilio
si tú me eres. No cabe el exilio
si el mar y el desierto son
la canción del viajero al viajero:
no volveré como me fui,
no... por nada en el mundo.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Un congreso de ciencia ficción... ¿para qué?

Eso es lo que he pensado hoy cuando he pasado por la web de yonkis y me he enterado de que mañana comienza a funcionar el Colisionador de Hadrones. La ciencia ficción ha llegado a la Tierra, y yo sin enterarme.

A ver, no soy físico nuclear, así que se me escapa un poco para qué sirve exactamente la maquinita, aunque sí que sé que es un acelerador de partículas de casi 30 kilómetros de largo.

Hacía tiempo que había oído hablar de él, pero no era consciente de que su inauguración estaba tan próxima. El caso es que hay una galería de fotos que me ha dejado aflatado. No puede ser más peliculero.

Si os soy sincero, todo este bicho me da un poco de repelús. Es algo taaaan grande, taaaaan desconocido para mí, y hay gente tan agorera que dice que puede acabar creando un agujerito negro en la Tierra que acabe con todos nosotros, que da como mal rollito.

El miedo a lo desconocido es uno de los terrores atávicos más arraigados, y es curioso que, en vez de ser un miedo irracional hacia un bicharraco-dios exterior que nos vigila, aquí lo produce una enorme criatura tecnológica avanzada, sin vida propia (¡esperemos!), y todo el halo de misterio que la rodea, amén del hecho de que soy un auténtico profano en la materia, por lo que se acentúan las zonas oscuras.

Ya, ya sé que no debe de ser muy probable que el juguete acabe con el mundo, pero eso no quita el que haya un gusano de metal de 27 kilómetros enterrado en Suiza. No nos engañemos, inofensivo no puede ser, si no, no se hubiese creado tanta polémica.

Desde luego, tampoco puedo decir que esté en contra de la máquina. No sé para qué va a servir, a qué nos va a ayudar, aunque sí que parece que no tiene función bélica, por lo que, si lo han hecho, tendrán sus motivos, digo yo. Eso, que estoy sumido en el desconocimiento, y saber que hay tamaño ingenio acelerando hadrones (sea lo que sea eso) por ahí, da como cosilla. ¿O no?

En fin, que una vez más, la realidad supera a la ficción. Y si no, comparad las fotos del Acelerador con esto, esto o esto. Lo dicho, ciencia ficción en Suiza.

J.

viernes, 1 de agosto de 2008

Coloretto

Hacía bastante tiempo que no comentaba ninguno de los jueguecitos de mesa y cartas que pueblan mis estanterías, así que vamos a darle un empujón a los mismos y saquemos del anonimato Coloretto (tú te agachas y yo te la meto).

Coloretto es un juego de cartas rápido, muy sencillito, apto para todos los públicos, iniciados y no iniciados, de los que usas cuando no tienes ganas de complicarte demasiado la vida o quieres rellenar un ratillo ocioso.

El mecanismo es de lo más simple. Según el número de jugadores, se crean unas pilas en las que se van acumulando cartas (hasta 3 en cada pila) de diferentes colores. El objetivo de los jugadores es coleccionar cartas de diferentes colores, haciéndose con esas pilas acumuladoras.

Hay que tener en cuenta que todo color por encima del tercero que se coleccione, nos restará puntos al finalizar la partida, por lo que no todo es tomar cartas al azar, sino que hay que sopesar bien qué montoncito elegimos, porque aunque nos pueda beneficiar uno de nuestros colores, puede jodernos añadiendo colores innecesarios.

La esencia de Coloretto es tan sencilla como esta, pero existe dos diferentes secuencias de puntuación que hacen que todo sea un poco más interesante. En la primera, la simple, cuantas más cartas del mismo color tengamos, más puntos nos dará. La otra opción (más interesante porque es mucho más estratégica), sin embargo, dibuja una campana de puntuación. Cuantas más cartas se acumulan, más puntuación da, hasta que se llega a un punto por encima del cual, la bonificación de ese color va disminuyendo conforme le vayamos añadiendo más cartas. ¿Me he explicado? No, ¿verdad? A ver... en la opción sencilla, por ejemplo, tenemos que (no recuerdo si los valores son así, pero os vale para aclarar el tema):

1 carta - 1 punto
2 cartas - 3 puntos
3 cartas - 5 puntos
4 cartas - 7 puntos
5 cartas - 10 puntos
6 cartas - 12 puntos

La opción 'compleja', sin embargo:

1 carta - 1 punto
2 cartas - 4 puntos
3 cartas - 7 puntos
4 cartas - 6 puntos
5 cartas - 4 puntos
6 cartas - 3 puntos

Ala, ¿comprendido?

Y poco más que contar. Se presenta (Abacus Games) en un mazo de cartas con sus instrucciones en inglés y alemán. La dependencia del idioma es nula (sólo saberse las simples reglas), y permite de 2 a 5 jugadores. Lo ideal para mí es 4, pero las partidas a 2 también son interesantes. Cada partida es bastante rápida, ni media hora.

Estoy deseando probar la última bizarra tontería de cartas... Cthulhu 500, que combina la Nascar con los mitos de Lovecraft. Tiene pinta de ser un descontrol, ya os contaré.

J.