Los últimos días han sido de locos. A la 'sesión de control' (satisfactoria en todos los niveles) que tuve con el grupo de investigación la semana pasada, le he tenido que sumar una nueva batallita que me ha estado quitando el sueño durante los últimos 10 días.
Ha salido convocada una nueva beca doctoral, de características bastante similares a la archiconocida FPU (de la que sigue sin haber noticias importantes), y he tenido que volver a perder una ingente cantidad de horas para completar la solicitud.
Para todos aquellos que nunca han hecho algo de este tipo, os comento que normalmente se abren dos frente muy claros:
1.- Por un lado, pelearte con la documentación que necesitas presentar, incluyendo títulos escaneados, memorias de una veintena de páginas en las que tienes que contar cosas que no sabes cómo, cuándo ni si vas a hacer siquiera, resúmenes y reorientaciones de la tesis doctoral, favores variados a varios miembros del departamento, reuniones con el director de tesis, etc. Hasta aquí, todo más o menos normal.
2.- En segundo lugar, hay que pelearse con las formas para solicitar las ayudas/becas. Cada vez más se está poniendo de moda el obviar el papel físico, pasando directamente a documentación electrónica. Ya pasó con la FPU, y ahora ocurre con esta nueva beca, pero con un desagradable añadido: la interface de entrada de datos es compleja, poco intuitiva y desalentadora en términos generales. La cosa va más allá, pues no se trata simplemente de conectarse a internet y meter datos, sino que hay que conseguir cosas de las que yo había oido hablar en mi vida, solo lejanos rumores, tales como certificados de firma digital y similares.
Esos certificados, para que nos entendamos, autentifican tu identidad, por lo que dan validez a la documentación que estás cumplimentando como si la estuvieses firmando de tu puño y letra.
Obtener el certificado de firma digital de marras no es demasiado complicado, si se sabe por dónde se anda. Hay que hacer una tramitación online, luego pasarse por una entidad oficial (ayuntamiento, delegación de hacienda o similar), y volver a realizar una tramitación vía web, que dejará, en teoría, dicho certificado instalado.
Ya de por sí resulta cuanto menos molesto tener que salir antes del trabajo para poder solicitar el dichoso certificado. Si a eso le sumamos que luego vamos a encontrarnos imprevistos tales como que dicho certificado no funciona como debiera en nuestro navegador, las cosas se empiezan a poner patas arriba. Firefox es maravilloso, pero los certificados parecen no querer entenderlo. El resultado son mil llamadas telefónicas -muy correcta y profesionalmente atendidas, todo hay que decirlo- al servicio técnico de la aplicación telemática, para que me cuenten qué hacer.
Por si fuera poco, todo el proceso lo llevas a cabo realmente acojonado, porque los certificados son un tema bastante delicado en términos de privacidad, y si por cualquier motivo desinstalas/pierdes/corrompes el que tienes, estás verdaderamente jodido.
El caso es que hace un par de horas, por fin, he conseguido terminar la solicitud. No voy a entrar en detalles sobre los numerosos inconvenientes que he ido encontrando -gracias a Cthulhu, me conozco ya estas historias y he sido previsor con los plazos y no me ha pillado el toro-, pero hay algo que me ha quedado clarísimo, y es que si no tienes unas buenas nociones informáticas, estás jodido de todas todas.
Soy filólogo, pero gracias a Azazoth tengo antecedentes informáticos y no se me dan mal estas cosas. Pero estoy intentando visualizar a un pobre historiador, biólogo, filólogo o cualquier otro especialista no especialmente diestro en temas de informática, con la pantalla llena de errores sobre certificados, rutas de acceso no válidas, consolas java, incompatibilidad de navegadores, importación de rutas y certificados digitales y similares. Se te tiene que caer el alma a los pies. Después de pegarte la trabajera del siglo redactando un proyecto que vaya usted a saber si le va a entrar por el ojo al evaluador de turno, te encuentras ante la impotencia, a las 10 de la noche, de que no puedes subirlo a la aplicación telemática, el plazo se acaba y el teléfono de ayuda -en el que te cuentan cosas que no te enteras- está inoperativo desde hace dos horas.
Todo esto recuerda bastante a cierto texto de
Rompememes, real como la vida misma.
Desde luego, compadezco a todo aquel que esté en estos momentos, contrarreloj, intentando organizar la solicitud...
J.