viernes, 31 de octubre de 2008

Man In The Dark

Los atentados del 11-S, tal y como tuve ocasión de comprobar con mis propios ojos durante el pasado curso, han ejercido una importantísima influencia en toda la literatura norteamericana que se ha escrito desde entonces. De Safran Foer a Rushdie, pasando por, evidentemente, Don DeLillo, toda esta corriente post-ataques también llegó en su momento a Paul Auster. Ya en Brooklyn Follies se dejaban entrever ciertos aspectos que no casaban con la trayectoria del autor, como un sorprendente giro al intimismo y al contacto físico. Después llegó Travels in the Scriptorium, donde una ficticia guerra reflejaba con cierto tino los avatares que venía sufriendo EE.UU. Y ahora Auster, con su último libro, Man in the Dark, ha llegado al cénit de esta etapa.

Un crítico literario retirado, en su vejez, intenta dormir, una noche más, acostado en su dormitorio. En la planta alta duermen su hija y su nieta. Pero él es incapaz de conciliar el sueño, y se dedica a crear historias. Inventa personajes, tramas y situaciones, para evadirse de la terrible realidad –que salpicará al lector en los últimos compases de la novela– que asola las vidas de aquellas tres personas que comparten techo y sangre.

Las 180 páginas de la versión americana del libro comienzan con fuerza, siguen creciendo, pero la última parte del libro se diluye, se vacía del terremoto austeriano que encontramos al principio. Hay más que evidentes referencias a "Continuidad de los parques", brevísima obra maestra de Julio Cortázar, al que tantísimo debe el propio Auster. También hay fragmentos de erudición cinematográfica, en los que el escritor parece intentar demostrar que el fracaso crítico de La vida interior de Martin Frost no se debe a su falta de conocimientos del campo que aborda. Además, hay teorías de objetos inanimados, distopías y, más que nunca, ideas políticas y guerra. El 11-S y sus inmediatas consecuencias sobrevuela Man in the Dark, y Auster da rienda suelta a todo aquello que ha ido dejando entrever en sus últimas novelas. Se posiciona claramente contra el régimen Bush, y la novela se cierra de una manera que la convierte en un alegato por la paz y una queja de la barbarie humana.

Aproximadamente el primer 60% del libro es un producto Auster puro. Se ofrece al lector todo aquello a lo que Auster nos tiene acostumbrado. Sin embargo, desde el momento en que la nieta baja al dormitorio, hay un evidente cambio de registro, y Auster se vuelve más íntimo, más físico y más melancólico, y la novela se resiente.

El final abrupto de la ‘historia-dentro-de-historia’ rechina, tiene un deje de deus ex machina terrible, y se precipita innecesariamente para dar paso a recuerdos y divagaciones de un viejo sentimental a lo largo de demasiadas páginas. No estoy diciendo que el libro se convierta en un pastelón al final –sobre todo con el último golpe de efecto–, pero sí es cierto que se pierde mucho ritmo y que, en la modesta opinión de un servidor, Auster no se siente cómodo recordando primeros besos y primeras citas. Y, personalmente, yo prefiero perderme en cientos de abismos en cada página que en recordar durante un sinfín de párrafos la vida interior del Man in the Dark.

En definitiva, curioso libro para comprender la trayectoria que está siguiendo el escritor. Muy buen comienzo y desarrollo, hasta que todo empieza a temblar un poco. La sensación no deja de ser la misma que esa prolongación innecesaria que tiene la película Inteligencia Artificial que, cortada en un punto concreto, hubiese sido bastante redonda, pero con ese pastiche alienígena final, queda completamente destrozada.

J.

viernes, 24 de octubre de 2008

Quemar después de leer

La última de los Coen, Quemar después de leer, es una de esas películas que, sin tener que ser una cinta trascendental, ni de tres horas de duración, ni sobre temas serios y deprimentes, te deja el sabor de boca de haber gastado algo menos de noventa minutitos en un buen trabajo.

Últimamente todas las comedias parecen, a simple vista, más o menos iguales, así que es un género que evito mucho en las salas. Pero los Coen son palabras mayores, y el reparto era un reclamo bestial –Clooney, que me encanta; Pitt, que me encanta en algunos papeles y en otros le metería fuego; Malkovich, que estaba perdido en combate y ha vuelto con fuerza (pronto llega la nueva de Eastwood y él se ha apuntado); Frances McDormand, que repite con los directores tras su poli embarazada y ausente de Fargo–.

¿Qué han hecho los Coen? Una comedia en la que todos, del primero al último, están pasados de rosca. Histriónicos, alcohólicos, paranóicos, psicóticos, simplemente idiotas, vulgares, espías aficionados, chantajistas de pacotilla, jefes que no se enteran de nada, cornudos e infieles. Eso es lo que puebla Quemar después de leer, que no deja de ser una especie de comedia de enredo, donde el eje central gira en torno a más o menos importantes y secretos documentos.

El poner en manos de alguien de la calle un tema que se le escapa por todas partes, y dejarlo actuar, es un recurso que se ha usado últimamente en algunas películas de corte bastante más dramático –No es país para viejos–, pero aquí los Coen apuestan por descolocar a su pandilla de idiotas, más en la línea de Lock and Stock.

Bien es cierto que es una comedia, pero cuando aparece la violencia (que la hay, no mucha pero la hay) se nota quién está detrás de la cámara. La muerte violenta de uno de los personajes irrumpe con fuerza en una cinta que, hasta entonces, parecía estar sólo destinada a ser una comedia resuelta con soltura. Es entonces cuando el que está sentado termina de despertar, y se da cuenta de que no es una comedia al uso, que los Coen están ahí y quieren que te acuerdes.

Nadie entiende nada dentro de la trama, desde el que pasaba por allí hasta el que está en todo lo alto, y todos se acuestan con todos, como dice uno de los personajes. Pero todos, en su mezquindad –de qué trata, si no, la cinta– buscan sacar tajada del que está al otro lado de la línea o de la cama, sin alcanzar a ver las consecuencias de lo que se traen entre manos.

Las interpretaciones, como digo, están todas pasadas de rosca, supongo que muy intencionadamente, para dar esa sensación general de ‘descontrol bajo control’, y en general bastante bien (partiendo de la base de que todos están desfasados). No sabría con cual de los personajes quedarme, pues todos atraen, del Pitt más idiota al Malkovich más acabado, pasando del Clooney más paranoico.

En general, para pasar un buen rato, desconectar de departamentos comerciales, pinturas marrones y armarios variados. Divertida, bien realizada y bien actuada.

Lo próximo, si sigo leyéndolo a buen ritmo –esto es, el que me deja el trabajo–, los comentarios sobre Man in the dark, pedazo de último libro de Auster.

J.

domingo, 19 de octubre de 2008

Me ha comido un retoño oscuro

Y por eso no estoy por aquí. Sigo sin tener internet, así que estoy escribiendo las entradas en el disco duro, y cuando encuentre algún sitio con wifi o similar, colgaré lo que lleve escrito de golpe -hoy me he olvidado el pendrive en casa-. Así que no os espantéis si, de repente, os encontráis 5 ó 6 entradas de golpe subidas. Es la única forma que tengo de llevar esto pa'lante. Sed buenoooos.

J.

lunes, 6 de octubre de 2008

U2 3D

Es probable que recordéis, los que crecisteis en los ochenta, aquellas películas en 3D que, de vez en cuando, ponían en el cine o televisión, como aquella legendaria entrega de Pedasilla en Elm Street, donde Freddy casi te sacaba un ojo en la sala de cine con su garra, y nos íbamos a casa con unas pesadillas de escándalo, no muy seguros si por culpa de Freddy, del mareo de las 3D o por ver a tanta gente con aquellas gafas tan feísimas en rojo y azul.

Los tiempos han cambiado, y ahora todo se ha modernizado mucho desde los inocentes y ochentosos años ochenta. En vez de ir al añejo y encantador cine Santa Rosa, enorme, con butacas que olían a polvo, y con un acomodador viejuno que te daba tus gafas de cartón y celofán, ahora nos vamos a un multicines impersonal, nos dan unas gafas algo más fashion (horrendas de todos modos), y las tres dimensiones no marean, sino que alucinan.

En vez de Freddy matando quinceañeros hormonados, en U2 3D vemos a Bono, Edge, Larry y Adam en acción durante algo más de hora y media, sacada en su totalidad del concierto que dieron en Buenos Aires durante la gira de How To Dismantle an Atomic Bomb. Es una notable diferencia, la verdad.

Al grano: BESTIAL. La tecnología 3D que hay desarrollada hoy en día es simplemente un pasote. Partimos de la base de que estoy hablando de un concierto de música, esto es, un evento que no está grabado con la intención única de hacer una peli en 3D y aprovechar al máximo sus posibilidades. Pero aun así, lo que deja entrever es que, cuando hagan algo tipo Silent Hill en tres dimensiones, muchos nos lo vamos a pasar de muerte.

Hay determinados ángulos de cámara y juegos de profundidad en los que, durante el concierto, las 3D se salen –chiste barato–, como todas y cada una de las tomas de la batería, una cámara que saca primeros planos de Bono (¡quédate y hacemos merienda cena!) o algunos planos generales. La impresión, en ocasiones, es de verdaderamente encontrarte formando parte del público.

Además de lo espectacular de las tres dimensiones en sí, está también el añadido de que el formato digital ofrece una nitidez y una calidad de imagen bastante superior a lo que estamos acostumbrados a ver en las salas convencionales, algo así como la diferencia entre un dvd y un vhs en cuestión de imagen, para que nos entendamos.

Y con respecto al concierto en sí, bueno, tengo que decir que yo estuve en esa gira, en Madrid, y estar rodeado de 50.000 personas y ver las dos horas y media completas que se marcaron en el Vicente Calderón no es exactamente lo mismo que verlos en una pantalla de cine, con todo el mundo sentado, sin apretujones ni saltos ni gritos, por muchas tres dimensiones que valgan. Igual que con Shine a Light de los Rollings. En la hora y media de película-concierto se han seleccionado lo temas más famosos y con más gancho de la banda, y yo personalmente he echado de menos alguno que otro que tocaron durante la gira, como "City of Blinding Lights" o "Miracle Drug", pero por lo demás, U2 en estado puro.

Si ODIAS con toda tu alma a la banda, espérate a buscar otra cosa para experimentar las 3D, pero si te gustan mínimamente, la experiencia merece la pena, por las gafas, por la calidad de imagen, por el concierto, por ver la incipiente calvicie de Bono o por lo que sea, pero no te lo pierdas.

J.

P.D: Tenemos wifi en el piso de la independencia. Va lenta y cuando el vecino quiere, pero por lo menos estamos conectados a la gran red :)