martes, 8 de febrero de 2011

Una reflexión sobre los juegos de mesa

La vida, cuando empiezan a amontonarse los años, pasa factura en forma de falta de tiempo, entre otras lindezas. Hace años podía jugar al rol con asiduidad, podía dedicar horas a preparar un ejército de Warhammer, Warzone o del juego de miniaturas que se terciase. Con la llegada de las responsabilidades -tanto mías como de mis compañeros de frikismo- en forma de trabajo, pareja, algunos hasta niños... todo se complicó un poco, y la última partida de rol que jugamos, a Cthulhu, fue una auténtica odisea de correos electrónicos para fijar una fecha -y sólo una, todo debía acabarse en esa tarde-.

Hace cuatro o cinco años que entré de lleno en el mundo de los juegos de mesa, ya que nos proporcionaban nuestra ración friki en píldoras comprimidas, ya sea de 20 minutos o de 5 horas, según juego.

Como suele ocurrir, llegamos al barco de la diversión de mesa más allá del Monopoli y el parchís bastante tarde. Se tarda muy poco, una vez empiezas a interesarte por Arkham Horror y demás familia, en darse cuenta del enoooooooorme universo que hay alrededor del juego de mesa, y que existen temáticas y sistemas de juego para todos los gustos.

Con el paso del tiempo he ido reuniendo una pequeña colección de juegos, bastante heterogénea, que sumada a las colecciones del círculo que me rodea, hace que tengamos entretenimiento para rato.

El caso es que cuando uno empieza a meterse más a fondo en el asunto, comienza a leer metaliteratura sobre los juegos, foros, autores, creadores, editoriales, formatos... a veces da la impresión de que eres idiota o algo. Veamos por qué.

Hace un tiempo llegué a un foro cuyo nombre voy a obviar, aunque de sobra conocido por casi todo el que está en este mundo, en el que se hablaba sobre el esnobismo en los juegos de mesa. Se discutía la existencia de un perfil de jugador que sólo juega a las últimas novedades, y que suele tener enormes colecciones de juegos que ya no utiliza. Lo curioso es que este perfil era duramente atacado por un usuario que aseguraba no ser esnob, pero que confesaba tener la friolera de 600 juegos de mesa. 600 putos juegos. ¡Yo tengo unos 30 ó 40 y estoy empezando a pensar en alquilar un local para guardar los que estén por venir! La cuestión es que NADIE, NADIE tiene 600 juegos de mesa y juega a todos. Con mi (ahora puedo decirlo) modesta colección, hay varios que han caido en el olvido por tiempo indefinido, así que no me quiero imaginar si tuviese 10 ó 20 veces más cajas. No está mal para empezar.

Para continuar, alguien hablaba por otro sitio de los juegos con alma vs. juegos 'muevecubos'. Sí, eso. Se discutía sobre los juegos que tienen 'algo más', un 'alma' que los hace diferentes al resto de juegos que son simplemente un sistema para mover cubos y tirar dados. ¿Juegos con alma? ¿Esto son los efectos secundarios de meterse en este mundo? Si la respuesta es afirmativa, voy a empezar a vender toda mi colección...

A ver, yo llevo en esto de ocio -en forma de juegos de rol, videojuegos, wargames, juegos de mesa, cartas...- toda mi vida, y nunca me he puesto a discutir sobre el sexo de los ángeles de esta manera. Mi inquietante duda es que si nuestro reducto de 'marginalidad social' que era el frikismo está siendo invadido por gente que se plantea intelectualizar algo tan liviano -no por ello menor ni trivial- como quedar con unos amigos para desconectar de la vida real y ser un elfo, un empresario de energías renovables, un agricultor o un estratega militar, tal vez esto se nos esté yendo de las manos y esté dejando de ser tan bonito como era antes.

J.