viernes, 24 de octubre de 2008

Quemar después de leer

La última de los Coen, Quemar después de leer, es una de esas películas que, sin tener que ser una cinta trascendental, ni de tres horas de duración, ni sobre temas serios y deprimentes, te deja el sabor de boca de haber gastado algo menos de noventa minutitos en un buen trabajo.

Últimamente todas las comedias parecen, a simple vista, más o menos iguales, así que es un género que evito mucho en las salas. Pero los Coen son palabras mayores, y el reparto era un reclamo bestial –Clooney, que me encanta; Pitt, que me encanta en algunos papeles y en otros le metería fuego; Malkovich, que estaba perdido en combate y ha vuelto con fuerza (pronto llega la nueva de Eastwood y él se ha apuntado); Frances McDormand, que repite con los directores tras su poli embarazada y ausente de Fargo–.

¿Qué han hecho los Coen? Una comedia en la que todos, del primero al último, están pasados de rosca. Histriónicos, alcohólicos, paranóicos, psicóticos, simplemente idiotas, vulgares, espías aficionados, chantajistas de pacotilla, jefes que no se enteran de nada, cornudos e infieles. Eso es lo que puebla Quemar después de leer, que no deja de ser una especie de comedia de enredo, donde el eje central gira en torno a más o menos importantes y secretos documentos.

El poner en manos de alguien de la calle un tema que se le escapa por todas partes, y dejarlo actuar, es un recurso que se ha usado últimamente en algunas películas de corte bastante más dramático –No es país para viejos–, pero aquí los Coen apuestan por descolocar a su pandilla de idiotas, más en la línea de Lock and Stock.

Bien es cierto que es una comedia, pero cuando aparece la violencia (que la hay, no mucha pero la hay) se nota quién está detrás de la cámara. La muerte violenta de uno de los personajes irrumpe con fuerza en una cinta que, hasta entonces, parecía estar sólo destinada a ser una comedia resuelta con soltura. Es entonces cuando el que está sentado termina de despertar, y se da cuenta de que no es una comedia al uso, que los Coen están ahí y quieren que te acuerdes.

Nadie entiende nada dentro de la trama, desde el que pasaba por allí hasta el que está en todo lo alto, y todos se acuestan con todos, como dice uno de los personajes. Pero todos, en su mezquindad –de qué trata, si no, la cinta– buscan sacar tajada del que está al otro lado de la línea o de la cama, sin alcanzar a ver las consecuencias de lo que se traen entre manos.

Las interpretaciones, como digo, están todas pasadas de rosca, supongo que muy intencionadamente, para dar esa sensación general de ‘descontrol bajo control’, y en general bastante bien (partiendo de la base de que todos están desfasados). No sabría con cual de los personajes quedarme, pues todos atraen, del Pitt más idiota al Malkovich más acabado, pasando del Clooney más paranoico.

En general, para pasar un buen rato, desconectar de departamentos comerciales, pinturas marrones y armarios variados. Divertida, bien realizada y bien actuada.

Lo próximo, si sigo leyéndolo a buen ritmo –esto es, el que me deja el trabajo–, los comentarios sobre Man in the dark, pedazo de último libro de Auster.

J.

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