lunes, 23 de febrero de 2009

Darth Vader y Walker Evans

¿Qué tienen en común el caballero de la armadura oscurita y voz romeril con el fotógrafo de la Gran Depresión norteamericana? Pues que puedes disfrutar de ambos en Madrid en un día, porque hay una exposición sobre el fotógrafo y otra sobre Star Wars separadas por un par de estaciones de metro. Hace un par de domingos tuve la oportunidad de visitar las dos.

La Fundación Mapfre expone estos días una amplia selección de las fotografías realizadas por Evans, siguiendo su trayectoria desde sus inicios hasta sus trabajos más reconocidos sobre rascacielos neoyorquinos y perfiles de la América rural, pasando por su etapa cubana, sus fotografías de los guetos negros, su experimentación con el color polaroid, etc.

La visita merece muchísimo la pena, pues nos ofrece una visión global de toda la carrera del fotógrafo y nos sumerge en su universo mundano, periodístico y realista, transportándonos a las miserias de las clases más bajas en los colapsados Estados Unidos de los años 30.

Por su parte, Star Wars the Exhibition nos ofrece hasta finales de marzo una amplia selección de material original empleado en el rodaje de la saga de George Lucas. Destacan los vestuarios de personajes míticos como el propio Vader, Boba Fett, soldados imperiales, droides, Chewbacca y similares, así como una reproducción a tamaño natural de una moto jet y un par de vainas de carreras.

La exposición, amena sin lugar a dudas, tiene un par de peros de importancia. El primero, para mí imperdonable, es que está excesivamente basada en la trilogía cinematográficamente más moderna -episodios I, II y III-, con lo que los episodios ochenteros originales -IV, V y VI- quedan claramente relegados a un segundo plano con una notable falta de material. Baste con señalar que uno de los elementos icónicos de la saga, como es el Halcón Milenario, brilla por su ausencia en las salas.

En algo menos de dos horas podemos recorrer las habitaciones plagadas de maquetas, monstruitos y alienígenas, hacernos la foto de rigor con el personaje preferido y fijarnos en lo cuidadísimo que está cualquier elemento en el que centremos nuestra atención: armaduras oxidadas y estropeadas, detalles minúsculos que, más que probablemente, pasan desapercibidos en la pantalla (¿cuántos os habiais fijado en que, a modo de trofeo, Boba Fett lleva colgadas varias trenzas jedi del hombro?).

Por otro lado, es incomprensible que una exposición de esta magnitud tenga una tienda tan sumamente pobre. Me ahorré los 40€ del catálogo de Walker Evans en previsión a lo que podría encontrar en la tienda Star Wars y menuda decepción. Peluches ortopédicos, disfraces casposos, minibustos horribles, legos y muñequitos de acción caspa, camisetas que no pasan de la talla L (¿todavía no nos enteramos de que el 75% de los frikis somos talla, mínimo, XL?)... Alguna que otra figura en resina de mejor calidad, y poco más. Decepcionante. Ni una mísera reproducción en condiciones de un sable laser, por ejemplo.

Los 10 euros que cuesta la entrada (5 en tarifa reducida para estudiantes y maleantes varios) se pagan tranquilamente, pero la sensación para el aficionado a las primeras películas es de cierta insatisfacción y, desde luego, no penséis traeros un pedazo de recuerdo para decorar vuestro salón o dormitorio.

Os debo alguna foto. Próximamente.

J.

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