miércoles, 9 de diciembre de 2009

Naturaleza muerta

De la Semana Gótica de Madrid me traje, entre otros, Naturaleza muerta, autografiado por su autor, Víctor Conde. El otro día, en un ataque de curiosidad, lo empecé, y la verdad es que es de los típicos libros que te pones, te pones... te picas y al final no los dejas.

Decía el autor en una de las mesas redondas que es complejo escribir literatura sobre zombis porque el enemigo no es un ente único, no es una personalidad compleja, sino una vastedad, una inmensidad de cadáveres sin emociones, muy difícil de tratar literariamente ya que apenas hay perfil psicológico ni humano -chiste fácil- que tratar. Lo curioso es que Naturaleza muerta sortea este obstáculo sin problemas, estando sus puntos débiles en otros puntos de la novela.

Como si de un videojuego se tratara, pues en ocasiones la narración se asemeja más a una partida de PS3 que a un libro, Conde entra de lleno en un holocausto zombi cañí, localizado en Madrid, con un grupo de supervivientes intentando encontrar una explicación a todo lo que está ocurriendo pero, sobre todo, intentando no caer en las fauces de los zombis -llamados pellejos a lo largo del libro-. El texto, en ocasiones, se convierte en un festival gore en toda regla, y algunas de las escenas -el vagón matadero, por ejemplo-, son verdaderos escenarios de lo grotesco que, como digo, podrían ser llevados a la pantalla en forma de videojuego. Las escenas de acción son trepidantes y viscosas, repugnantes en muchas ocasiones, dantescas por completo en otras. Se llega a tener ese 'gusanillo' en el estómago que provocan no muchas novelas del género, que es la antesala del horror.

El grupo protagonista queda bien descrito, los personajes tienen su trasfondo moral, su perfil psicológico examinado con lupa, sus crisis, sus pensamientos pecaminosos y demás. Todo hecho con oficio, consiguiendo que el lector se interese por los pequeños detalles de cada historia oculta en los sufridores.

Los problemas de Naturaleza muerta están a nivel de argumento. Víctor Conde abre muchas muchas muchas muchas incógnitas a lo largo de las páginas, y luego sólo aclara la principal. Se quedan mil interrogantes colgando como pellejos ensartados, demasiadas preguntas que en su momento hacen que te enganches a la novela, y que cuando faltan 40 páginas descubres con terror que no van a ser resueltas porque es físicamente imposible que dé tiempo. Tanto cabo suelto sólo cabe pensar en un par de cosas: por un lado, que haya una segunda parte -no anunciada-. Por otro, que si no la hay, te sientas un poquito estafado.

Por otra parte, existen ciertas sub-tramas que van demasiado aceleradas y, por descontado, nada explicadas (¿qué hay de los sellos del libro que se abren sin motivo?). Además, pese a que la idea de un holocausto zombi español tiene un encanto particular, hay una vertiente religiosa en la obra que no me cuadra, y la sensación a veces es la misma que pudiera dejar [REC2]. Algo así como 'si no te hubieses metido en esos sembrados, mejor'.

Como tema de reflexión, apunto algo que creo es bastante llamativo (o tal vez es ya deformación profesional, u obsesión, vaya usted a saber). Creo que la sombra de los atentados del 11 de marzo planea sobre esta novela, de la misma manera que el 11-S está en otras de género (y de no género, claro). Esa visión del vagón de metro como trampa mortal... sería interesante poder hablar con Víctor del tema.

Naturaleza muerta me ha dejado con ganas de leer más del escritor. Tiene una narrativa que engancha, de la misma manera que engancha King o Guillermo del Toro. Deficiente a nivel de trama, pero entretenido, y mucho.

J.

2 comentarios:

Rompememes dijo...

¿Me lo "emprestas"?

(;,,;)

Abdul Alhazred dijo...

Po sí, pase usté por la Librería-dvdteca del Rescatado y sírvase :P