miércoles, 21 de mayo de 2008

Mil años de oración

Cuando salí de ver Mil años de oración, mis primerísimas impresiones no iban dirigidas a alguno de los temas más evidentes que trata esta magnífica cinta, como son la incomunicación y la soledad. Había algo más, las lenguas, el lenguaje, Paul Auster. Estaba todo ahí. Joder, y tanto... como que a posteriori me enteré de que estaba dirigida por Wayne Wang (director de Smoke y Blue in the face), que tienen la mano del escritor neoyorkino en el guión y, sospecho, en la semilla.

Mil años de oración es una historia mínima de inmigrantes-emigrantes, de choques de culturas orientales y occidentales, de reencuentros familiares y emocionales y de contrastes generacionales. Pero también habla sobre el lenguaje en muchos niveles y, a diferencia de los silencios tan característicos de Kar Wai, Wayne Wang llena la película de diálogos, de diferentes lenguas que fluyen, que se entremezclan, y que juegan con el espectador con un acertado uso de los subtítulos (no obstante, esta película en versión original completa debe de ganar mucho más).
Los escasitos 90 minutos de proyección pasan en un suspiro, entre comida china y conversaciones en iraní-chino en el parque.

De las interpretaciones, sin lugar a dudas, me quedo con Henry O en el papel de padre viudo, protector, que trata de comprender por qué su hija vive tan deprisa, tan alejada de lo que él vive.

Al final, ver esta película es como asistir a un recital de la Cosmopoética con varios poetas extranjeros, donde las lenguas hablan sin que las entiendas y donde todo está lleno de imágenes líricas. Y estábamos más de 2 personas, lo cual es ya todo un avance...

J.

No hay comentarios: