Por una vez, y sin que sirva de precedentes, me gustaría sacar a colación un cómic. Digo sin que sirva de precedentes porque uno es consciente de sus límites y desde que comencé la andadura de este blog, no me he sentido con capacidad suficiente para criticar con fundamento el cada vez más creciente número de novelas gráficas que han ido acumulándose en mis -flamantemente nuevas- estanterías. Al ser un medio en el que no me siento versado, tampoco me veo con autoridad para hablar de su calidad.
El caso es que lo último que he podido leer ha sido un producto Marvel bastante inusual. Se trata de X-Men: Magneto. Testamento, una historia autoconclusiva que nos desvela la oscura infancia y juventud de uno de mis supervillanos favoritos, que pasó una temporada sufriendo la persecución alemana y los sinsabores de un campo de concentración.
No voy a entrar en profundidad a analizar el volumen, porque no es lo que pretendo con esta entrada. Baste decir que no es un cómic de superhéroes, sino un cómic sobre el Holocausto que trae sorpresa al final. Y es esa sorpresa de la que quiero hablaros.
Una vez enterado de las vicisitudes del joven Magneto entre los nazis, o más bien, entre los fantasmas judíos que pueblan los campos de concentración, me tropecé con una editorial firmada por el mismísimo Stan Lee que, para aquellos que anden despistados en el tema, es uno de los padres del cómic americano (que además suele tener cameos en la mayoría de las adaptaciones cinematográficas de los héroes Marvel que se ruedan). Y de la mano de Stan Lee me enteré de la historia real que da título a esta entrada, la historia de Dina Babbitt. Dina nació en la República Checa en 1923, y tuvo la desgracia, al igual que Magneto, de ir a parar cuando era una jovencita a Auschwitz. Dina, por aquel entonces, despuntaba en el arte del dibujo y, clandestinamente, pintó un mural con Blancanieves y los 7 enanitos de Disney en uno de los barracones atestados de niños judíos que esperaban su turno para ser aniquilados. De esta manera, y jugándose la vida por tamaña osadía, llenó de un poco de color la vida de aquellos chiquillos.
El mural fue descubierto por los nazis, que llevaron a Dina -supongo que aterrada, esperando su muerte- ante la presencia de Josef Mengele, una de esas figuras históricas que dejan en bragas al Dr. Doom y cualquier otro supervillano que se os ocurra. Mengele requirió de Dina, a cambio de salvar su vida, que pintase para él retratos de prisioneros gitanos con los que estaba experimentando. Al parecer, el Ángel de la Muerte no estaba satisfecho con las tonalidades de piel que obtenía de su cámara fotográfica, y quiso que Dina retratase y 'retocase' a los gitanos con acuarelas que reflejasen más fielmente esos matices que le ayudarían a demostrar su gran teoría de la supremacía genética aria.
Dina, parece ser, pidió al mismo Mengele que salvase la vida de su madre, que se encontraba en Auschwitz también, 'amenazándolo' con suicidarse si no lo hacía. Mengele, en un alarde más de su histriónica personalidad, aceptó.
La pintora retrató aproximadamente a una docena de prisioneros hasta que fue liberada, y además también retrató a diversos familiares de oficiales nazis, al propio Mengele en plena faena, disecciones, etc., etc.
Dina se marchó a Estados Unidos, los años pasaron y llegó a ser una importante animadora de estudio, trabajando en series como Speedy Gonzalez o Piolín. En 1973, se enteró de que el museo de Auschwitz iba a exponer varios de aquellos retratos que, milagrosamente, se habían salvado. Solicitó al museo polaco que le devolviesen aquellas acuarelas, pero el museo se negó en rotundo, alegando que los dibujos no eran propiedad de Dina, sino de -!!!- Josef Mengele.
Hasta ahí, lo que pude aprender de X-Men: Magneto. Testamento. La historia me interesó bastante, así que investigué un poquito más, y parece ser que ha existido un movimiento de cierta relevancia dentro del ámbito de la animación profesional para que Dina recuperase sus retratos. De web en web he pasado por la vida de Mengele, de Stan Lee, por las experimentaciones en los campos de concentración, por la historia del Escuadrón 731 del Ejército Imperial Japonés, por textos sobre la historia que os acabo de contar, intentando encontrar esa noticia que dijese que las ilustraciones estaban donde tenían que estar... hasta que he llegado a una fecha desoladora: 29 de julio de 2009. En esa fecha, Dina Babbitt falleció víctima de un cáncer. Jamás pudo recuperar sus obras. Su entrada en la Wikipedia seguía narrando su vida en presente, como si estuvise viva.
El último capítulo de la versión americana original de X-Men: Magneto. Testamento terminó de publicarse en marzo de 2009.
J.
El caso es que lo último que he podido leer ha sido un producto Marvel bastante inusual. Se trata de X-Men: Magneto. Testamento, una historia autoconclusiva que nos desvela la oscura infancia y juventud de uno de mis supervillanos favoritos, que pasó una temporada sufriendo la persecución alemana y los sinsabores de un campo de concentración.
No voy a entrar en profundidad a analizar el volumen, porque no es lo que pretendo con esta entrada. Baste decir que no es un cómic de superhéroes, sino un cómic sobre el Holocausto que trae sorpresa al final. Y es esa sorpresa de la que quiero hablaros.
Una vez enterado de las vicisitudes del joven Magneto entre los nazis, o más bien, entre los fantasmas judíos que pueblan los campos de concentración, me tropecé con una editorial firmada por el mismísimo Stan Lee que, para aquellos que anden despistados en el tema, es uno de los padres del cómic americano (que además suele tener cameos en la mayoría de las adaptaciones cinematográficas de los héroes Marvel que se ruedan). Y de la mano de Stan Lee me enteré de la historia real que da título a esta entrada, la historia de Dina Babbitt. Dina nació en la República Checa en 1923, y tuvo la desgracia, al igual que Magneto, de ir a parar cuando era una jovencita a Auschwitz. Dina, por aquel entonces, despuntaba en el arte del dibujo y, clandestinamente, pintó un mural con Blancanieves y los 7 enanitos de Disney en uno de los barracones atestados de niños judíos que esperaban su turno para ser aniquilados. De esta manera, y jugándose la vida por tamaña osadía, llenó de un poco de color la vida de aquellos chiquillos.
El mural fue descubierto por los nazis, que llevaron a Dina -supongo que aterrada, esperando su muerte- ante la presencia de Josef Mengele, una de esas figuras históricas que dejan en bragas al Dr. Doom y cualquier otro supervillano que se os ocurra. Mengele requirió de Dina, a cambio de salvar su vida, que pintase para él retratos de prisioneros gitanos con los que estaba experimentando. Al parecer, el Ángel de la Muerte no estaba satisfecho con las tonalidades de piel que obtenía de su cámara fotográfica, y quiso que Dina retratase y 'retocase' a los gitanos con acuarelas que reflejasen más fielmente esos matices que le ayudarían a demostrar su gran teoría de la supremacía genética aria.
Dina, parece ser, pidió al mismo Mengele que salvase la vida de su madre, que se encontraba en Auschwitz también, 'amenazándolo' con suicidarse si no lo hacía. Mengele, en un alarde más de su histriónica personalidad, aceptó.
La pintora retrató aproximadamente a una docena de prisioneros hasta que fue liberada, y además también retrató a diversos familiares de oficiales nazis, al propio Mengele en plena faena, disecciones, etc., etc.
Dina se marchó a Estados Unidos, los años pasaron y llegó a ser una importante animadora de estudio, trabajando en series como Speedy Gonzalez o Piolín. En 1973, se enteró de que el museo de Auschwitz iba a exponer varios de aquellos retratos que, milagrosamente, se habían salvado. Solicitó al museo polaco que le devolviesen aquellas acuarelas, pero el museo se negó en rotundo, alegando que los dibujos no eran propiedad de Dina, sino de -!!!- Josef Mengele.
Hasta ahí, lo que pude aprender de X-Men: Magneto. Testamento. La historia me interesó bastante, así que investigué un poquito más, y parece ser que ha existido un movimiento de cierta relevancia dentro del ámbito de la animación profesional para que Dina recuperase sus retratos. De web en web he pasado por la vida de Mengele, de Stan Lee, por las experimentaciones en los campos de concentración, por la historia del Escuadrón 731 del Ejército Imperial Japonés, por textos sobre la historia que os acabo de contar, intentando encontrar esa noticia que dijese que las ilustraciones estaban donde tenían que estar... hasta que he llegado a una fecha desoladora: 29 de julio de 2009. En esa fecha, Dina Babbitt falleció víctima de un cáncer. Jamás pudo recuperar sus obras. Su entrada en la Wikipedia seguía narrando su vida en presente, como si estuvise viva.
El último capítulo de la versión americana original de X-Men: Magneto. Testamento terminó de publicarse en marzo de 2009.
J.
1 comentario:
Pues sí, parece que ese cómic es sobre un auténtico supervillano (Mengele) y una superheroína que se atrevió a hacerle frente con sus superpoderes (Dina).
Creo que te lo parasitaré y veré después si me lo agencio.
(;,,;)
Publicar un comentario