sábado, 16 de agosto de 2008

La saga de George R.R. Martin: Juego de Tronos

Algunos recordareis que, no hace mucho, tuve el privilegio de compartir mesa con ciertas personalidades del mundo editorial y literario fantástico nacional y mundial. Si no, mirad aquí.

El otro día terminé el primer ladrillo de la saga épica Canción de Hielo y Fuego del señor Martin. Unas 800 páginas que se leen con mucho entretenimiento, sin descanso y, más importante aun, sin cansar.

Juego de Tronos abre la serie de unos pocos libros (6 ó 7, me parece) de fantasía medieval con toques de culebrón sudamericano.

Martin es, desde luego, un buen escritor. Trabajó para televisión como guionista de una de esas geniales series que me retrotraen a la infancia, La Bella y la Bestia (en la que además actuaba Ron -Hellboy- Perlman, y yo sin saber ni eso ni que Martin la escribía), y las influencias cinematográficas trasladadas al papel son más que evidentes, y se agradecen.

Ya sabéis que no soy de contar argumentos, porque para eso os leeis el libro o veis la película de turno, así que basta con que sepáis que la saga está basada libremente en sucesos históricos (la Guerra de las Rosas) y se desarrolla en un mundo épico medieval BASTANTE bestia, donde las doncellas dejan de serlo a los 12 ó 13 años, donde la vida no vale mucho más que un puñado de monedas, donde la corte apesta y las conspiraciones florecen en cada esquina, y con un componente de magia y fantasía latente pero, todavía (en el primer volumen) muy controlado. Aunque el final del primer libro deja claro que se desatará en el segundo.

Digamos que si tomamos El Señor de los Anillos -salvando las diferencias-, le añadimos un Aquí hay tomate, algunos momentos políticamente incorrectos, temas tabú y un argumento trepidante, obtenemos Juego de Tronos. El resultado es bastante lustroso, la verdad.

Puntos que realmente son destacables positivamente hay varios, pero resalto los siguientes:

- Las estrategias narratológicas son excelentes. Cada capítulo está presentado por un narrador "no-exactamente-omnisciente", desde la perspectiva de uno de los mil millones de cuatrillones de personajes que pueblan la novela (menos mal que van muriendo poco a poco, porque llega a agobiar tanto nombre), que tiene una visión particular de los hechos, fragmentada y parcial, de manera que el lector, en ocasiones, conoce más datos que el personaje, sabe lo que está ocurriendo al otro lado del reino, intuye lo que puede ocurrir, o se siente tan ignorante o sorprendido como la marioneta de turno. Además, el ritmo es cardíaco.

- Martin es implacable. Comparte esta (des)agradabilísima virtud con mi querido Stephen King, y no pasan más de 150 páginas cuando descubres que no te debes encariñar con ningún personaje, porque la vida es sumamente frágil y la muerte extremadamente cruel. Algunos de los pobladores de las páginas tienen entidad, se ve a la legua que son de los que van a dar guerra a lo largo de los 7 volúmenes... y una mierda.

- No hay buenos ni malos. No, mejor dicho... los buenos escasean. Algunos malos parecen bastante evidentes, son gente con la que no empatizas desde primera hora y a la que quieres ahorcar, pero los buenos son tan humanos, tan dudosamente legales, tan shakesperieanos... Y la gran mayoría no son ni lo uno ni lo otro. Simplemente son, y se guían por su propio código ético y moral. Tyrion Lannister, apodado El Gnomo debido a su deformidad, es para mí, con diferencia, el más completo y esquinado de todos los tipos y tipas que hay en Juego de Tronos. Me parece un personaje simplemente sublime, ambiguo, cínico, humano. Tiene una solidez tremenda, funciona muy muy bien, mucho mejor que personajes que parecen destinados a tener más peso en los libros que están por leer (aunque tal vez me equivoque, claro, y Tyrion sea una pieza clave en todo el meollo).

- El mundo mágico está muy comedido. Aunque ya he dicho que sospecho que es algo que se desatará en posteriores tomos, al menos este primer volumen no abusa de magos, monstruos y criaturas variadas. De hecho, todo se limita a la existencia de lobos huargo (reverencia de Martin al señor Tolkien), algunas leyendas sobre los entes más allá del Muro, y un final un poco más salido de rosca. Eso es todo. La tierra que nos describe Martin perdió la grandiosidad de los dragones y la magia hace mucho tiempo, y solo quedan algunos huevos fosilizados y algunos cráneos para dejar constancia de aquellas criaturas. No esperéis orcos, elfos, bolas de fuego ni cosas similares en cada página. La verdad, se agradece, que el género estaba un poco saturado ya.

En la parte más sombría... pues la verdad es que tampoco hay mucho de lo que hablar:

- Conjetura: o el doble de Papá Noel que es el escritor tiene una mente increíble, o esto se le va a escapar de las manos. Demasiadas casas reales, subtramas, nombres y conspiraciones. Si te pierdes con El Señor de los Anillos, este libro es una pesadilla para tí. De todas formas... lo mismo lo resuelve todo estupendamente. Veremos qué pasa de aquí a unos años, cuando la saga termine de escribirse. Esperemos que no recurra a un deus ex machina miserable, que es un recurso que me saca de quicio.

- A veces busca una especie de provocación fácil, de manera más que evidente. Temas como el incesto, el sexo con menores, la violencia salvaje, violaciones, etc., pueblan cada página. Estamos de acuerdo en que la época medieval vivió todo eso, por supuestísimo. Pero en ocasiones da la impresión de que Martin busca provocar al lector, darle carnaza, haciendo uso de la lectura anacrónica de la obra que cualquier persona no conocedora de las costumbres medievales (que son muchas) pueda hacer.

- Hay mucha gente que ha querido colocarlo a la altura de Tolkien. Cuidado, no nos equivoquemos. Martin es un grandísimo escritor, probablemente el mejor de fantasía fantástica que escribe hoy en día. Pero el poder visual, el calado épico, heróico y emocional que consigue el de Oxford, no lo alcanza Martin, porque sus recursos, pese a ser buenos, son demasiado audiovisuales, y se le acaba cogiendo el truco.

Con la perspectiva que nos da el tiempo, se verá qué pasa con Canción de Hielo y Fuego dentro de 50 años, pero creo que es un producto de su época, muy bueno para la media que se suele escribir, pero no es comparable a El Señor de los Anillos o, si me apuras, a las Crónicas de la Dragonlance (¿soy el único que se ha acordado de Goldwyn en numerosos capítulos dedicados a Daenerys?). A Martin ya le habían batido los huevos cuando se puso a hacer su tortilla.

Muy recomendable.

J.

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