domingo, 10 de agosto de 2008

El ciprés se ha partido

Mahmud Darwix, poeta palestino, falleció ayer, sábado, en Texas. Tenía 67 años, y su cuerpo no soportó la operación a corazón abierto a la que fue sometido.

Tuve la oportunidad de escucharlo hace un par de años en la Cosmopoética. Creo que ha sido uno de los recitales más alucinantes a los que he asistido. Darwiz tenía pinta de ser un tipo con malas pulgas, con cara de pocos amigos, pero cuando abría la boca y se ponía a recitar, en árabe, todo cambiaba. No, no entiendo árabe, pero la musicalidad que tiene un poema en esa lengua es increíble. Me ha pasado con todos los poetas árabes a los que he escuchado.

Los poemas de Mahmud Darwix hablan de paz. Es lo que tiene nacer en Palestina. Todos sus versos son cantos a la libertad, al género humano, a la paz entre culturas. Durante la lectura, cuando el traductor recitaba los poemas en castellano, la música árabe que se acababa de escuchar cobraba sentido, y la sala se llenaba de mensajes de esperanza.

Pero, como reza uno de sus poemas, su árbol no ha podido más. El ciprés se ha partido.

J.

"EL VIAJERO LE DIJO AL VIAJERO: NO VOLVEREMOS COMO..."
(1995)

No conozco el desierto,
pero en sus márgenes broté como palabra...
La palabra fue, y en mí se cumplió,
como en una mujer repudiada o en su roto marido,
y no aprendí sino el ritmo:
lo escucho,
lo sigo,
lo levanto triunfante
de camino hacia el cielo,
el cielo de mi canción:
soy hijo de la llanura siria,
en ella vivo aunque viaje o me acomode
entre gente de mar;
por Oriente el espejismo me ata
a los antiguos beduinos,
por mí abrevan los más bellos corceles,
le tomo el pulso al alfabeto en el eco,
y como una ventana, miro a dos latitudes...
olvido quién soy para ser
todos en uno, coetáneo
de los cantos de los marineros extranjeros bajo mi ventana
y de la carta de los combatientes a los suyos:
no volveremos como nos fuimos,
no... por nada en el mundo.
No conozco el desierto,
aunque he frecuentado su mundo,
y fue en el desierto donde me dijo el arcano:
¡Escribe!
Y yo le dije: en el espejismo hay otro texto.
-Escribe para que verdee el espejismo.
-Sí, pero me falta lo invisible,
no he podido reducirlo a palabras.
Me dijo: escribe para llegar a decirlas
y saber dónde has estado, dónde estás,
cómo has llegado y quién serás mañana;
pon tu nombre en mi mano y escribe
para que sepas quién soy, y luego parte como una nube
por el horizonte...
Y escribí: quien escriba su historia heredará
la tierra del verbo, suyo será el significado total.
No conozco el desierto,
pero me despedí de él: adiós
cabila del Oriente de mi canción; adiós
plural estirpe de la espada; adiós
mu`allaqa que albergó nuestros planetas; adiós
hijo de mi madre a la sombra de la palmera; adiós
pueblos que dan memoria a mi memoria; adiós
a mis adioses entre dos poemas:
el poema escrito
y aquel en que de amor muere su poeta.
¿Soy el que soy?
¿Estoy allí... o estoy aquí?
En cada "tú" hay un yo,
yo soy el tú interpelado, no cabe exilio
si yo te soy. No cabe el exilio
si tú me eres. No cabe el exilio
si el mar y el desierto son
la canción del viajero al viajero:
no volveré como me fui,
no... por nada en el mundo.

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