martes, 24 de junio de 2008

All those moments will be lost in time...

...like tears in rain. Time to die.

Son las palabras finales de uno de los monólogos más alucinantes de la historia del cine, con el que Roy se despide en Blade Runner.



Para el penúltimo trabajo de máster, he retomado la película de Scott y la novela de K. Dick, que me he releído entre ayer y hoy. He visto la peli infinidad de veces, pero la novela una única vez hace muchos años. Recuerdo que no me gustó cuando la leí, que me pareció inconexa y muy por debajo de la adaptación cinematográfica (cosa bastante rara, por otra parte). Esta segunda lectura, con otra perspectiva y otros horizontes, ha sido mucho más fructífera, y la verdad es que la novela no es tan terrible. De hecho, supera a la película en varios aspectos, aunque la cinta sea globalmente mejor.

Hay un par de ejes centrales en el texto escrito que se pierden casi en la totalidad en el fílmico. Por un lado están los pseudo-animales, que son un elemento que juega un papel crucial en la novela, que relaciona el triángulo droide-humano-empatía, y que son el elemento disparador de que Deckard siga cazando, pues quiere un animal de verdad.

Después está la religión. No hay alusiones directas al Mercerismo en la película, mientras que en la novela es una constante vía de escape hacia otra realidad menos polvorienta que el planeta Tierra, aunque físicamente tan dolorosa (por eso de las pedradas...).

El tema de la empatía queda difuminado en la película, quizá demasiado focalizado en el monólogo de Ray. Los replicantes de Scott son mucho menos atractivos que los de Philip K. Dick desde una perspectiva 'emocional'. Hablan poco, interactúan con humanos menos aún.

Y por último, en la adaptación fílmica se pierde la figura clave de Phil Resch, con el que Deckard tiene algunos de los diálogos más memorables de la novela cuando cazan a Luba, la cantante de ópera.

Además, hay pequeños detalles que dan otro aire a la ambientación (ni mejor ni peor, diferente). Blade Runner presenta una ciudad (Los Ángeles) de neón, lluvia y alcantarillas humeantes. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? nos retrata un San Francisco gris y polvoriento, en ningún momento se habla de lluvia, sólo de polvo radiactivo.

Y Todo el mundo tiene consolas que regulan el estado de ánimo.

J.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que es LA ESCENA del cine, junto a la de Dave desconectando a Hall 9000 y él suplicándole que no lo haga en 2001: Odisea del espacio.
Nunca me cansaré de verlas.

Salu2

Anónimo dijo...

Se llamaba Hall 9000?