El pasado sábado se cumplió el décimo aniversario de la muerte de Stanley Kubrick. Hubiera sido muy injusto con él si no le hubiese dedicado al menos una tardía entrada. Y es que, de alguna extraña manera, la figura de Kubrick guarda un cierto paralelismo en ciertos aspectos con la de mi propio padre. Podríamos decir que Kubrick aumentó la curiosidad que mi padre despertó -sin saberlo yo siquiera- en mí en materias de cine y fotografía.
Mi padre nos llevaba al cine a los tres hermanos todos los sábados, a ver infinidad de cintas ochenteras. Yo me lo pasaba como los indios, y también me regocijaba al pensar que mi padre había disfrutado de títulos tan punteros como Los bicivoladores o todas y cada una de las entregas de Loca academia de policía, pues interrogado a la salida del cine, el pobre solía comentar que la cinta había sido 'entretenida'. Con la perspectiva del tiempo, llegué a descubrir que para él, 'entretenida' era un educado y respetuoso para con sus hijos eufemismo de 'menudo coñazo me habéis vuelto a hacer tragar'. Pero también soy positivamente consciente de que fue con él con quien vi 2001, y salí del cine mareado. Fue a él a la primera persona a la que escuché hablar de La naranja mecánica y su reacción al verla en el cine cuando la estrenaron -y joder, tomé nota mental de aquella peli, vaya si la tomé-.
Mi padre tenía un estudio casero de fotografía. A mí aquello me resultaba como de ciencia-ficción, una maquinaria así bastante extraña, todo muy oscuro y con pinta de caro y raro. A mí lo que me gustaba era su Polaroid, porque apretabas el botón y, como por arte de magia, salía el papel fotográfico. Lo abanicabas unos segundos y se iba formando la instantánea. Eso sí que era tecnología, y no aquel rollo de máquinas, líquidos extraños y misterio sobrenatural.
En las estanterías había varias colecciones de libros de fotografía, que alguna vez examiné con algo de curiosidad, que desapareció con rapidez cuando me sumergí en el mundo de -ahora lo reconozco- Man Ray.
Muchos años después (¡bueno, no tantos, coño!), me marché a Estados Unidos un año, y me llevé una pequeña cámara de fotos digital compacta. Allí, presa del aburrimiento, la desidia y los alucinantes rincones que encontré, comencé a cogerle el gustillo a eso del objetivo y descubrí que la fotografía iba mucho más allá mirar por la pantalla y apretar el botón. Me traje de allí una reflex digital y un montón de ganas de aprender.
Kubrick, por su parte, fue descubierto por un servidor en los años tempranos de la adolescencia, a raiz de La naranja mecánica, que llegó a mis manos en el último año de colegio (¿13 añitos?), unos meses después de aquel comentario escuchado a mi progenitor. Quedé alucinado con la cinta, y busqué y rebusqué por videoclubs el resto de la filmografía del director. Poco a poco, fui asimilando -si Kubrick puede llegar a asimilarse- su obra, leyendo cosas aquí y allá, aprendiendo curiosidades, fijándome en detalles que se me habían pasado en visionados anteriores. Empecé a descubrir la importancia que el director neoyorkino le daba a la música, y comprendí la importancia de la fotografía dentro del cine, campo en el que el director de Eyes Wide Shut destacaba de lejos.
Hace no demasiados años realicé un trabajo de lingüística aplicada a esa cinta de Kubrick. El resultado, todo hay que decirlo, fue cuanto menos notable (de hecho, darle salida en forma de publicación está en la lista de tareas pendientes). De ese trabajo recuerdo muchísimas cosas, pero sobre todo el análisis de una escena en la que los dos protagonistas, Tom -teodio- Cruise y Nicole -mepaséconelbótox- Kidman, discuten en su habitación. Creo que me conozco esa escena de memoria, y la he estudiado hasta el último detalle. No os la voy a explicar porque no tengo ganas, espacio ni tiempo. Pero os aseguro que es increíble.
La escena, que youtube califica con contenido para adultos, no sé si será accesible en el vídeo desde aquí. Si no, os tocará entrar e identificaros para poder verla si queréis. El link es éste.
Ah... para continuar los paralelismos. Los dos murieron el mismo año. Y los dos tenían barba :D
J.
Mi padre nos llevaba al cine a los tres hermanos todos los sábados, a ver infinidad de cintas ochenteras. Yo me lo pasaba como los indios, y también me regocijaba al pensar que mi padre había disfrutado de títulos tan punteros como Los bicivoladores o todas y cada una de las entregas de Loca academia de policía, pues interrogado a la salida del cine, el pobre solía comentar que la cinta había sido 'entretenida'. Con la perspectiva del tiempo, llegué a descubrir que para él, 'entretenida' era un educado y respetuoso para con sus hijos eufemismo de 'menudo coñazo me habéis vuelto a hacer tragar'. Pero también soy positivamente consciente de que fue con él con quien vi 2001, y salí del cine mareado. Fue a él a la primera persona a la que escuché hablar de La naranja mecánica y su reacción al verla en el cine cuando la estrenaron -y joder, tomé nota mental de aquella peli, vaya si la tomé-.
Mi padre tenía un estudio casero de fotografía. A mí aquello me resultaba como de ciencia-ficción, una maquinaria así bastante extraña, todo muy oscuro y con pinta de caro y raro. A mí lo que me gustaba era su Polaroid, porque apretabas el botón y, como por arte de magia, salía el papel fotográfico. Lo abanicabas unos segundos y se iba formando la instantánea. Eso sí que era tecnología, y no aquel rollo de máquinas, líquidos extraños y misterio sobrenatural.
En las estanterías había varias colecciones de libros de fotografía, que alguna vez examiné con algo de curiosidad, que desapareció con rapidez cuando me sumergí en el mundo de -ahora lo reconozco- Man Ray.
Muchos años después (¡bueno, no tantos, coño!), me marché a Estados Unidos un año, y me llevé una pequeña cámara de fotos digital compacta. Allí, presa del aburrimiento, la desidia y los alucinantes rincones que encontré, comencé a cogerle el gustillo a eso del objetivo y descubrí que la fotografía iba mucho más allá mirar por la pantalla y apretar el botón. Me traje de allí una reflex digital y un montón de ganas de aprender.
Kubrick, por su parte, fue descubierto por un servidor en los años tempranos de la adolescencia, a raiz de La naranja mecánica, que llegó a mis manos en el último año de colegio (¿13 añitos?), unos meses después de aquel comentario escuchado a mi progenitor. Quedé alucinado con la cinta, y busqué y rebusqué por videoclubs el resto de la filmografía del director. Poco a poco, fui asimilando -si Kubrick puede llegar a asimilarse- su obra, leyendo cosas aquí y allá, aprendiendo curiosidades, fijándome en detalles que se me habían pasado en visionados anteriores. Empecé a descubrir la importancia que el director neoyorkino le daba a la música, y comprendí la importancia de la fotografía dentro del cine, campo en el que el director de Eyes Wide Shut destacaba de lejos.
Hace no demasiados años realicé un trabajo de lingüística aplicada a esa cinta de Kubrick. El resultado, todo hay que decirlo, fue cuanto menos notable (de hecho, darle salida en forma de publicación está en la lista de tareas pendientes). De ese trabajo recuerdo muchísimas cosas, pero sobre todo el análisis de una escena en la que los dos protagonistas, Tom -teodio- Cruise y Nicole -mepaséconelbótox- Kidman, discuten en su habitación. Creo que me conozco esa escena de memoria, y la he estudiado hasta el último detalle. No os la voy a explicar porque no tengo ganas, espacio ni tiempo. Pero os aseguro que es increíble.
La escena, que youtube califica con contenido para adultos, no sé si será accesible en el vídeo desde aquí. Si no, os tocará entrar e identificaros para poder verla si queréis. El link es éste.
Ah... para continuar los paralelismos. Los dos murieron el mismo año. Y los dos tenían barba :D
J.
4 comentarios:
Sí, y no hay día que no me acuerde de él (de mi padre, claro).
Salu2
Creo que yo fui el responsable de que jamás volviera a permitir entrar a ninguno de sus hijos en el estudio de revelado. Una vez, teniendo la edad de mi hija ahora, conseguí que me dejara meterme con él a revelar unas fotos (tras el típico rato niño-coñazo "papáyoquieroentrarcontigo"). En medio de todo el proceso de revelado, el abajo firmante tiró al suelo una de las bandejas con el líquido de revelado, causando un estropicio considerable. No entro en más detalles con lo que sucedió después (aún me extraña seguir siendo el primogénito). Creo que esa anécdota es responsable de mi absoluta inutilidad como fotógrafo (el más inútil después del anónimo de arriba) y me hizo preferir un pincel o un lápiz a una cámara :DDD.
Yo también descubrí esos libros de fotografía durante mi adolescencia, pero creo que me centré demasiado en el de David Hamilton...
(;,,;)
Como se está quedando un poco sentimental este post comento una estupidez sobre el título de la película. Preguntado uno de los responsables de la distribución sobre dejar los título en inglés, este contestó que "Eyes wide shut" tenía una traducción imposible al español. El periodista, con muy mala idea, le dijo que qué significaba y el productor dijo "Ojos completamente cerrados". Al final reconoció que salía más barato dejar el cartel en original y no tener que hacer otro nuevo para cada país.
Pd.- ¿Qué hacía un niño de 13 años viendo una película para adultos, Abdul?
El que firma los anónimos
A ver si un dia sacas tiempo, porque a mi no me ha gustado nada la escena ni le veo nada del otro mundo (la luz lo único)
T.
Publicar un comentario