Cuando yo había dado ya por perdido al bueno de Sam Raimi entre tanta secuela arácnida, el director se ha desmarcado con Arrástrame al infierno que, en cierta medida, es una vuelta a los orígenes, al cutrerror de la nunca suficientemente alabada trilogía de Evil Dead.
Arrástrame al infierno es la típica película de la que se escucharán muchísimos comentarios del tipo 'vaya coñazo', 'menuda mierda' y similares, procedentes de hordas adolescentes que no sabían dónde se habían metido o de amantes de los splatters de diseño, que tampoco tenían ni idea de qué iba el rollo. Pero para todos aquellos que recordamos con un cariño especial a Ash, de la cadena de supermercados S-mart, la película es una especie de déjà-vu encantador, que por momentos nos vuelve a llevar a aquella trilogía gloriosa aunque, todo sea dicho, sin llegar a alcanzar las cimas del absurdo y lo cómico que tuvieron las predecesoras.
No hay mucho que contar sobre la historia. La protagonista (Alison Lohman), empleada de banca, niega el aplazamiento de los pagos hipotecarios a una repugnante vieja (Lorna Raver, con un inquietante parecido a la bruja zombi del sótano de Evil Dead), la cual decide maldecirla y mandar al lamia (aunque en realidad de lamia tiene poco, más bien un espíritu demoníaco y punto) a por ella, para, literalmente, arrastrarla al infierno. El resto tiene poco que contar. Situaciones predecibles, escatología, actuaciones elementales, falsa tensión, final que se ve venir desde la mitad de la película...
¿Qué es, por tanto, lo que hace que Arrástrame al infierno merezca la pena? Pues precisamente que es un producto clásico Raimi, de terror ochentero. Se echa en falta algo más de sangre, ciertamente, pero abundan las situaciones escatológicas que incluyen profanaciones, fluidos corporales de colores repungnantes, cadáveres, gusanos, líquidos de embalsamar, viejas sin dentadura, machos cabríos malhablados y similares. Es decir, lo que todo seguidor del Raimi clásico desea ver.
Es cierto, como ya he dicho, que la película no llega a la altura de la trilogía protagonizada por Bruce Campbell, pero tiene algunos momentos en los que la carcajada está asegurada, debido a lo exagerado de la situación, a lo absurdo o simplemente a lo repugnante. No hay que pararse a buscarle las vueltas a la película, porque hay fallos de racord e inconsistencias del guión por doquier, pero... ¿quién se fija en esas cosas cuando tenemos a una gitana tuerta, embalsamada, con un ojo grapado y la dentadura postiza envuelta en un pañuelo dentro del bolsillo?
El resultado, para aquellos que sigan sin saber de qué estoy hablando, viene a ser la suma de La Máscara con Brain Dead. Sólo espero que Raimi vuelva con más, y se deje de tantos trepamuros.
J.
Arrástrame al infierno es la típica película de la que se escucharán muchísimos comentarios del tipo 'vaya coñazo', 'menuda mierda' y similares, procedentes de hordas adolescentes que no sabían dónde se habían metido o de amantes de los splatters de diseño, que tampoco tenían ni idea de qué iba el rollo. Pero para todos aquellos que recordamos con un cariño especial a Ash, de la cadena de supermercados S-mart, la película es una especie de déjà-vu encantador, que por momentos nos vuelve a llevar a aquella trilogía gloriosa aunque, todo sea dicho, sin llegar a alcanzar las cimas del absurdo y lo cómico que tuvieron las predecesoras.
No hay mucho que contar sobre la historia. La protagonista (Alison Lohman), empleada de banca, niega el aplazamiento de los pagos hipotecarios a una repugnante vieja (Lorna Raver, con un inquietante parecido a la bruja zombi del sótano de Evil Dead), la cual decide maldecirla y mandar al lamia (aunque en realidad de lamia tiene poco, más bien un espíritu demoníaco y punto) a por ella, para, literalmente, arrastrarla al infierno. El resto tiene poco que contar. Situaciones predecibles, escatología, actuaciones elementales, falsa tensión, final que se ve venir desde la mitad de la película...
¿Qué es, por tanto, lo que hace que Arrástrame al infierno merezca la pena? Pues precisamente que es un producto clásico Raimi, de terror ochentero. Se echa en falta algo más de sangre, ciertamente, pero abundan las situaciones escatológicas que incluyen profanaciones, fluidos corporales de colores repungnantes, cadáveres, gusanos, líquidos de embalsamar, viejas sin dentadura, machos cabríos malhablados y similares. Es decir, lo que todo seguidor del Raimi clásico desea ver.
Es cierto, como ya he dicho, que la película no llega a la altura de la trilogía protagonizada por Bruce Campbell, pero tiene algunos momentos en los que la carcajada está asegurada, debido a lo exagerado de la situación, a lo absurdo o simplemente a lo repugnante. No hay que pararse a buscarle las vueltas a la película, porque hay fallos de racord e inconsistencias del guión por doquier, pero... ¿quién se fija en esas cosas cuando tenemos a una gitana tuerta, embalsamada, con un ojo grapado y la dentadura postiza envuelta en un pañuelo dentro del bolsillo?
El resultado, para aquellos que sigan sin saber de qué estoy hablando, viene a ser la suma de La Máscara con Brain Dead. Sólo espero que Raimi vuelva con más, y se deje de tantos trepamuros.
J.
3 comentarios:
Añadir que faltó algún cameo con Campbell, pero por lo demás, coincido.
Salu2
COMIENZO MI DESPEDIDA "CON UN HASTA LUEGO" DEL BLOG. ME DA MUCHA PENA DE VERDAD!
Vi esta película anoche, y no sé , como amante de la casquería falta sangre y repugnancia desde mi punto de vista. No me pareció tan entretenida como las predecesoras de las que hablas, aunque es verdad que no me aburrí ni un momento.
Por otra parte, yo tenía una imagen más romántica de lo que podía ser una lamia, y creo que en ese aspecto han fallado bastante.
Mi macho cabrío preferido es el de "El Día de la Bestia" :D
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