martes, 6 de noviembre de 2007

Llamando a la Tierra


Que los documentales pueden tener un hilo argumental es algo que quedó demostrado en películas como El viaje del emperador. Que, además, pueden ser fantásticos productos cinéfilos, ha sido ratificado por innumerables cintas desde que se estrenara Microcosmos.

Tierra, la película que nos ocupa, es todo eso y más. Siguiendo, principalmente, la vida de una familia de osos polares, una ballena jorobada y su hija y una manada de elefantes africanos a lo largo de todo un año, el documental nos presenta rincones salvajes y remotos (según el punto de vista de España, claro…) de todo el planeta, de polo a polo. La calidad de las imágenes es indiscutible; la fotografía, una gozada. Tomas aéreas del Himalaya o de espectaculares cataratas, rodajes submarinos de las ballenas nadando, cámaras nocturnas mostrándonos qué ocurre al lado de una charca en medio del desierto, compartida por leones y elefantes.

Pero Tierra llega en determinados momentos donde no había llegado antes ningún otro documental. Hay una secuencia en la que un guepardo caza a un antílope, rodada con una pulcrísima cámara lenta, que hace que en la escena los ‘intérpretes’ realmente parezcan ir a esa velocidad. El momento en el que el felino atrapa al antílope, la rendición de la presa, el bocado en el cuello… me dejó una sensación muy especial, pues todo parecía casi preparado con los animales. La sensación, muy al contrario de ser la típica que tenemos con este tipo de imágenes en los documentales (qué cruel es la naturaleza, la ley del más fuerte, etc etc), se acerca más a la que pudiéramos experimentar visualizando algún mordisco que Gary -Drácula- Oldman propina en la película de Coppola.

Por otro lado, el documental contiene los hoy en día inevitables ataques a la conciencia del espectador, llamadas de atención sobre el calentamiento global y demás. Aunque eso es otra historia. Yo me quedo con la de los animales, con la de esos monos que se meten en el agua con las manos en alto, como diciendo ‘¡Qué fría está el agua, leche!’.

J.

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