miércoles, 7 de noviembre de 2007

Lecciones literarias, capítulo 6: la verosimilitud y la ficción literaria

Hace un par de años, Dan Brown, ese que escribe bestsellers como rosquillas, saltó a las páginas de todos los periódicos españoles porque, en una nueva novela que iba a aparecer en nuestro país, se describía España como un país tercermundista, con unos hospitales que parecían salidos de Silent Hill, con una Giralda poseedora de unas escaleras asesinas (cuando en realidad lo que tiene son rampas)...

Obviamente se montó la traca porque el reflejo que se hacía del país en la novela, que sería leída por infinidad de gente a lo largo de todo el mundo, sería terrible. El daño, desde luego, ya estaba hecho, ya que la novela se publicaba en España bastantes años después de su publicación original en inglés.

Todo esto está relacionado con un problema que hay profundamente arraigado en el colectivo lector. Se trata de conceptos como verosimilitud, suspensión de la incredulidad y, ante todo, el concepto de ficción.

Partamos de la base de que, si todo el mundo que abriese una novela (y hago hincapié en la palabra 'novela'), fuese capaz de pensar que está ante una obra de FICCIÓN, otro gallo cantaría. Y es que parece que hay cada vez más gente que piensa que por estar en formato libro y en la sección de novedades de la librería de El Corte Inglés, ya es verdad. Aunque parezca mentira, la tendencia general es esa, la gente piensa cada vez más que lo que le cuentan en las novelas es cierto. Tengo la idea intuitiva de a qué puede deberse ese proceso involutivo del lector, y creo que es culpa del bombardeo que estamos sufriendo últimamente con novelas históricas llenas de enigmas y de soluciones, o narraciones históricas a secas. La gente ve un texto que habla de la sábana santa, de los reyes católicos, de los templarios o de Da Vinci, y ya da por cierto que hay, al menos un amplio fono de verdad en todo ello. QUE NO, JOER. Que una novela es mentira. Que es como los cuentos de los Grimm. Que un escritor, por definición, es un embustero, y eso es lo que hace magistral a la buena literatura: si el lector es consciente de que le están mintiendo, es capaz de dejar de lado sus prejuicios e ideas y creerse lo que le cuentan mientras tiene el libro abierto. Y ya. Cuando cierra el libro, la ilusión debe desvanecerse.

Existe un contrato no escrito en el mundo de la literatura, llamado suspensión de la incredulidad, por el cual el escritor se compromente a contar mentiras y el lector a dejar de lado su mundo real al abrir la novela, y sumergirse en el mundo de esa novela. Los problemas llegan cuando el lector sigue creyendo en lo que lee al acabar la novela. Es como leer a Tolkien y pensar que verdaderamente la Tierra Media existe. Pero ¿tú estás tonto o qué? O leer que la sábana santa está vigilada por templarios no-muertos en un albergue juvenil de Toledo, y montarse una excursión para verla.

¿Dónde está el fallo? Sinceramente, no lo sé. La gente no deja de ir a Asturias porque cree que hay niños fantasmas después de ver El orfanato. Es decir, con el cine no pasa. Supongo que sigue imponiendo mucho respeto y sensación de 'verdadero' un texto escrito y publicado. Triste, pero me temo que es así.

Junto con todo esto, pero no revuelto, está el criterio de verosimilitud. Se lo debemos ni más ni menos que a Aristóteles (sí, ese que no sabemos qué escribió sobre la comedia, digan lo que digan en El nombre de la rosa. Que no, que aunque Eco lo escribiese, La comedia de Aristóteles sigue perdida), y sigue teniendo plena vigencia. Para explicarlo muy sencilla y gráficamente, el criterio de verosimilitud viene a decir que los burros no vuelan, pero si vuelan, las orejas deben ir hacia atrás al volar. O lo que es lo mismo, el Balrog de Moria no existe, pero si existe y está en llamas, si lo tocas te quemas.

La verosimilitud dota a toda la novela de consistencia, de credibilidad. No he leído la obra de Brown de la que hablo al principio (ni estoy seguro de si era La fortaleza digital, que vaya título, dicho sea de paso...), pero según lo que se comenta que incluye, a esa novela le falta verosimilitud por todas partes. Pero la gente no lo ve. ¿Cuántas escaleras conocéis que sean famosas por 'haber muerto muchos turistas en ellas'?

Recordad. Todo lo que encontráis en una novela es mentira. Todo. Es posible que hasta el nombre del autor. Y por supuesto, la contraportada, la introducción en la que se cuenta cómo ha viajado por todos los sitios que se describen, el epílogo misterioso... todo. Pero no, seguiremos sin enterarnos.

J.

6 comentarios:

Manuel dijo...

Se me han saltado las lágrimas al leer esta entrada. No amiguitos, los libros de Íker Jiménez, de Jeta Jeta Benítez, de Erik Von Daniken, de Dan Brown, de Tolkien... no son de verdad. En algunos casos ficción y en otras simples mentiras, pero no son verdad. El problema es la falta de espíritu crítico de la gente.

En torno a los libros hay un halo de autoridad. Leer es cosa de gente que sabe, como es de todos conocido, por lo tanto, cualquier cosa grafiada en un papel es susceptible de ser verdad, es más, si está impresa en un gran número de papeles y encuadernada formando un tomo gordo (más de 100 páginas) seguramente no sólo es susceptible de ser cierto, sino que seguramente es verdad.

He sudado sangre intentando, por poner un ejemplo, explicarle a la gente por qué el rollo de la antimateria que se trae Mr. Brown en "Ángeles y Demonios" es, en el mejor de los casos, una gilipollez.

Entiendo que el autor puede (y debe) tomarse licencias respecto a ciertos aspectos de la obra, pero de la misma forma creo necesario informarse sobre el tema que debe hablar. Evidentemente no es un tratado histórico, ni un ensayo científico, pero la misma coherencia de la que hablabas se viene abajo si intentas colar lo que no es.

No comparto el tema del cine, ni te imaginas la de "expertos" en historia clásica que hay por el mundo tras haber visto Troya y 300.

Anónimo dijo...

Pues ahora que lo decís, es curioso esa actitud que tiene el ser humano de tomar por "verdaderas", o cuanto menos "creíbles", cosas que, con mayor o menor grado de verosimilitud, no dejan de ser pura ficción (pos no habrá catetos que, a raíz de "300" están convencidos de que los griegos eran unos mantas, salvo los espartanos que, además, combatían con casco, escudo y taparrabos...).

Quizás el origen pueda estar en nuestros propios sentidos: los desarrollamos como un medio para percibir la realidad que nos rodea. La cosa está en que "las realidades ficticias" que podemos encontrar en películas o libros son algo que el hombre ha inventado recientemente y que quizás, al no formar parte del medio natural en el que hemos evolucionado, a nuestra mente puede costarle diferenciar la realidad de "las realidades ficticias", engañándonos a nosotros mismos.

¿La solución? Cuestionarse las cosas, tratar de aprender lo que podamos de algo antes de formar nuestro criterio sin obviar cualquier versión y, aún después de eso, no dar nunca nada por sentado por muchos libros o películas que haya sobre algo.

Anónimo dijo...

PD.: Pero claro, eso es mucho trabajo para la mente del humano medio, así que tendremos que convivir con los típicos genios que lo saben todo sobre cualquier materia en toda circunstancia...

...

¡¡¡Cómo me tocan los huevos!!! ¬_¬

Anónimo dijo...

*

*

*



SE HA DECLARADO UNA GUERRA


���UNA GUERRA DE ALMOHADAS!!!





LUGAR---> plaza de las Tendillas

D�A---> viernes 9 de nov.

HORA---> 18.30





para m�s informaci�n:
http://www.fotolog.com/lacasadelosmonos/38132831




no nos podemos perder esta oportunidaT!








T.

Manuel dijo...

Que alguien la diga al zoquete que ha escrito las normas de esa guerra de almohadas que silbato se escribe con b, que duele la vista mirarlo.

Rompememes dijo...

¿Me estás diciendo que la Tierra Media y los Mitos de Cthulhu no existen? :O

¿Entonces no me han servido de nada los sacrificios que he hecho de tantas vírgenes, y lo que es más importante, el trabajo de encontrarlas? ¿Y para qué narices he aprendido Quenya y Morbeth? >:(

Vale, es que no podía resistirme a la broma :DDD

Quizá el problema está en la asociación que se hace de libro=cultura. Por tanto, como corolario se obtiene que si leo aprendo y me hago más culto, y lo que aprendo tiene que ser verdadero, no puedo estar leyendo tonterías ni ficción. Aunque lo escriban Millás o Iker Jiménez ;P